EL ASESINO DE LOS SENTIDOS
luis sanchez sanchez | SYLSAN

William Neivy entro al interior de la Iglesia. Sus pasos resonaron con eco y con fuerza y como de costumbre vestía su chaquetón negro, su sombrero negro de ala ancha y sus botas acabadas en punta. El detective se detuvo y contemplo el cuerpo inerte y falto de vida del joven sacerdote con el cual había estado hablando un par de días antes. Este le había comentado que su vida corría peligro porque había visto algo muy peligroso que podía hacer peligrar la humanidad pero no le podía decir nada para no poner su vida en peligro . Neivy le conocía y sabía que era un exagerado, así que no se tomo muy en serio sus palabras. Craso error.

William Neivy se agacho y miro con atención el cadáver, tenía las cuencas de los ojos vacías y sus manos estaban entrelazadas en el pecho y cerradas, con esfuerzo consiguió abrir una de las manos del sacerdote y al ver su interior sintió una sensación que mezclaba la repugnancia con la curiosidad. Neivy era uno de los detectives más conocidos de la región y siempre se dejaba llevar por su intuición y su curiosidad que siempre la hacían indagar hasta el final y llegar donde muchos de sus compañeros de profesión no querían llegar, así había conseguido resolver mucho de sus casos.

En el exterior las campanas de la Iglesia repiqueteaban y el detective haciendo caso omiso de esa especia de señal divina, se acerco para abrir la otra mano del difunto. Al abrirlas vio que había una hoja de papel pequeña. Se levanto y de manera intuitiva situó la hoja en alto, la luz del sol que entraba por las vidrieras hicieron que en la hoja apareciese esto escrito: “Atiende más a la mirada del sabio que al discurso del necio”. Mientras pensaba en su significado, las letras empezaron a desaparecer y el papel se quedo en blanco.

William Neivy se levanto, se arreglo el chaquetón y con aire pensativo se acaricio el mentón y la barba de pocos días que solía llevar. Aquella nota le resultaba intrigante y no sabía bien quien era el sabio y quien el necio. Sin pensarlo dos veces, saco una libreta y un lápiz y empezó a dibujar la escena del crimen y varias anotaciones. El detective era un personaje peculiar, el no hacía fotos con el móvil prefería dibujar lo que le resultaba interesante y escribir anotaciones personales.

Antes de marcharse vio que algo en el cuerpo relucía, se acerco y cogió un medallón con un símbolo que le resultaba familiar, se lo guardo, se coloco bien su sombrero y salio por la puerta principal. Fuera los policías le observaban pero nadie le dirijia ni una palabra. William se marcho sumergido en sus pensamientos, entre la niebla matutina y la leve llovizna que caía en la ciudad de Avignon. Sabía que un nuevo caso había empezado y su intuición le decía que no sería fácil.