No sé porque no me extrañó la llamada. Hacía muchos años que no me sobresaltaba cuando sonaba el teléfono, supongo que es una de las pocas cosas buenas que tiene hacerse vieja, que ya nada de extraña.
Pero que suene el teléfono a las 3.00 de la mañana no es normal. Mis sentidos arácnidos deberían haberme puesto sobre aviso de que algo muy malo estaba por llegar.
-Inspectora Calom, siento despertarla- el que me llamaba con voz temblorosa era Ibón. Demasiado joven para que yo no le atemorizada y demasiado mayor para saber que debía llamarme a pesar de ello
-No te preocupes, no pasa nada- mentí-dime
-Ha ocurrido otra vez
Los fantasmas siempre vuelven (pensé)
Salí rumbo al puerto donde sabía me esperaba el cadáver
Por desgracia, sabía lo que iba a encontrar. Llevaba años persiguiendo un asesino que solo mataba una vez al año. Dejaba a su víctima siempre en el puerto, sentada en un banco mirando al mar. De lejos parecía una persona más de esas que se sientan a mascar nostalgia mirando las olas, pero, si te acercabas, siempre veías la mancha rojo carmín en mitad del pecho.
Había habido 4 cadáveres anteriores, siempre en un banco del puerto, siempre sin ninguna relación entre unas víctimad y otras, siempre sin testigos. Aunque pusiéramos cámaras y vigilancia el maldito siempre las burlaba (como si adivinase donde íbamos a poner la vigilancia, las patrullas…) Nunca encontramos el arma del crimen. Era un estilete fino y estrecho, con el que el asesino alcanzaba el corazón con precisión milimétrica.
Hacía 3 años que no había víctimas, hasta ahora
-Buenas noches inspectora, bienvenida al infierno de nuevo
Quién me hablaba era Loren, la forense. Habíamos entrado juntas en la policía hacía ya 20 años. Me caía bien. Era franca y directa. Y me conocía. Sabía que este caso era mi demonio particular. Sabía los años que había perdido analizando cada detalle, tirando de cada hilo sin llegar a nada. Y ahora empezaba de nuevo
-Se llamaba Izan Garralde, 38 años, peluquero, soltero. Sin hijos. La policía portuaria en sus rondas no vieron nada. El cadáver fué encontrado por un pescador que había salido a amarrar el barco porque avisan tormenta
El cielo de repente se había encapotado, para darle la razón a mi compañera
-Pero está vez estamos más cerca. Ha dejado una huella, un 38. Ve a dormir , mañana seguiremos
Llegué a mi casa con ganas de vomitar y me metí en la cama. De repente, bajo la almohada noté algo frío
Agarré el estilete con sangre y me puse mis zapatillas de la talla 38 mientras me sonreía a mi misma en el espejo
Casi te engañas, Calom. Casi.