El ambiente olía a un olor que le resultaba conocido. ¿Quién había estado ahí antes que él? El teléfono había sonado en su despacho medía hora antes de llegar al edificio. Habían oído un ruido, un grito aterrador. No dijeron nada más. Colgaron.
El detective Martín se acercó a aquella calle de las afueras de la ciudad. Nada extraño a simple vista. Sólo tenía que ponerse en la piel del asesino del libro. Un completo desconocido para la opinión pública, pero un viejo amigo para él. Aún no lo sabía.
Las muertes de estas últimas semanas habían sido un juego. Un juego de palabras hasta completar una frase. Ya había encontrado cuatro de ellas, nos vemos en el…… ¿Cuál sería la siguiente?
El asesino se había encargado de dejar un libro en cada una de las escenas de los crímenes que se habían venido sucediendo desde hace semanas. En todos ellos una palabra marcada en rojo era la única pista que había conseguido encontrar en todo este tiempo.
Decidió entrar en el edificio. La puerta principal se encontraba abierta. Sólo tuvo que empujarla. Dentro ya, en la oscuridad, oyó unas pisadas. Sin tiempo para encender su linterna, se tropezó con algo que estaba en el suelo. Un cuerpo. Aún seguía con vida. La ambulancia estaba de camino.
Vestido de negro y con la linterna para ayudarse en la oscuridad, corrió hacia el piso de arriba. El ruido de las pisadas cada vez se oía más cerca. ¿Quién estaba ahí? ¿Dónde estaba? ¡Una sombra de mujer!
El silencio se apoderó de la estancia. El detective Martín no entendía qué estaba sucediendo. ¿Le estaba esperando?
– Por fin nos vemos –dijo la mujer dando al interruptor. Estaba deseando que llegara este momento. Han pasado más de dos años desde la última vez que nos vimos, compañero.
– Tu olor… -balbuceó el señor Martín. Eres tú, Rosa. ¿Qué está pasando? ¿Qué has hecho?
Los dos viejos amigos se encontraban frente a frente mirándose a los ojos. La incredulidad del detective chocaba con la altivez de la mujer. Ella fue su mejor amiga en la universidad. Se conocieron en el club de lectura, lugar donde se sentían libres y poderosos. Sin embargo, ella pronto cambió. Sólo pensaba en lograr algo grande y ser conocida por ello. Sus caminos no tardaron en separarse.
– Creo que estabas buscando esto –le dijo la mujer al detective. Y le tiró a los pies un libro con las hojas en blanco… o casi todas.
Pero, ¿cuál sería el final de aquella frase? ¿Habría estado equivocado todo este tiempo? Sin embargo, en su afán por descubrirla, moviendo las hojas del libro de adelante a atrás, perdió de vista a Rosa. Desapareció. Parecía que se había evaporado. ¿Qué quiso decirle con toda esta escenificación?
El detective Martín no se percató de la última palabra…, escondida en ese último libro. Infierno.
¡Boom! ¡Boom! La explosión hizo que las llamas devoraran el edificio. El Infierno.