El asesino es el mayordomo
Lazarina Kanorova | W. Sarden

‘- Os digo que el asesino ha sido el mayordomo – dije por tercera vez – pero nadie me hizo caso.
No es que siempre tenga que ser el mayordomo. La verdad es que no recuerdo ni una sola novela de misterio donde el asesino sea, realmente, el mayordomo. Pero esta vez estaba completamente segura: El asesino sólo podía haber sido el mayordomo. El detective de la barbita de chivo y su ayudante estaban ahí, interrogando a todo el mundo. El ayudante, un niñato de menos de treinta, estaba decidido a llevarse al pobre Manuel, mi marido, detenido. El detective de la barbita creo que también pero, al menos, lo disimulaba interrogando a diestro y siniestro. Miró hacia mí pero le preguntó a la pobre Rosita, la cocinera. Esto es lo que suelen hacer los detectives en las películas, para pillar desprevenidos a los sospechosos. Que a qué hora había encontrado el cadáver, pero ¡por favor!, si Rosita nunca viene antes de las diez de la mañana, no sería capaz de madrugar ni para evitar la cárcel. Para entonces el cuerpo llevaba más de cinco horas frío. Si el único que estaba en casa era Stuart, el mayordomo y mírale ahí mintiendo, diciendo que era su día libre. ¡Pero si me dijo a mí que lo cambiaba por el sábado! ¡Claro! lo ha hecho para ocultar que fue él quien robó el collar de diamantes. Ya me habían dicho de él que era un ludópata empedernido y que estaba de deudas hasta el cuello. ¡Lástima no haber hecho caso y haberlo despedido a tiempo!
Ahora, el policía se vuelve de nuevo a Manuel. El pobre está descompuesto. Es de tripa floja y esto claro, le ha pillado por sorpresa y ha ido ya tres veces al baño en la última media hora. Que si era el único en casa anoche y que si no oyó nada sospechoso. Manuel rompe a llorar. El pobre duerme en la otra ala y está medio sordo, pero sería incapaz de matar a una mosca. Es un pusilánime de libro, ni siquiera fue capaz de rematar al ratón que Rosita golpeó con la escoba las navidades pasadas.
– Señor detective, inspector o lo que quiera usted que sea, le estoy diciendo que el asesino es Stuart, que miente como un bellaco cuando dice que estaba en su casa. ¡Estaba aquí!
Pero que si quieres arroz Catalina. Al pies planos este no le interesa saber la verdad, lo que quiere es cerrar el caso rápido y la idea de meter a un súbdito inglés en chirona no le mola nada. Es un lío de papeleo y hay que pagar a un intérprete y complicarse mucho la vida. Mejor al pobre Manuel. Así se lo apunta como violencia de género y resuelve mi asesinato en un abrir y cerrar de ojos. Y yo me quedaré aquí, como un fantasma, viendo cómo Stuart se gasta mi fortuna mientras el pobre Manuel se pudre en la cárcel.