El bar
Javier Alfaro Guillén | Javier

La mesa del bar estaba desgastada por el uso continuo de los clientes. Él saboreaba su botellín bien fresquito. En las paredes, cuadros con fotografías antiguas en blanco y negro del Madrid de principio de siglo XX en ese bar de Fuencarral. Jerónimo está absorto en su mundo, con sus auriculares inalámbricos escuchando la política actual en una app de una radio. De pronto, dos hombres irrumpen en el bar y apuntan con una pistola al camarero, mientras le gritan:
-¡Dame todo el dinero de la caja!
Jerónimo no se da cuenta del robo que está sucediendo en ese momento en el bar. Con el volumen alto no escucha nada.
El camarero con disimulo oprime un botón de alarma que hay bajo el mostrador y la alarma silenciosa llama a la policía. El sistema de alarma inteligente avisará de forma verbal, mediante una locución grabada del suceso que ocurre y de la dirección. Y así sucede, la policía recoge el aviso y una patrulla sale a toda prisa hacia allí.
En menos de diez minutos, la policía nacional aparca muy cerca del bar. Mientras, dentro del bar el camarero que es el dueño del negocio, se resiste a abrir el cajón de la caja registradora y uno de los dos ladrones le dice:
-Abre ya la caja, ¡cojones! ¡qué es para hoy!
Aunque se dispone a abrir la caja registradora, el ladrón le propicia un empujón, con tan mala suerte que cae sobre la repisa de la cafetera exprés y se golpea la cabeza. Cae inconsciente al suelo y los ladrones ya están muy nerviosos y ven al cliente que hay en una mesa con unos auriculares. Se acercan y ante la duda le apuntan con la pistola en la sien. El sobresalto de Jerónimo es mayúsculo y suelta su teléfono móvil sobre la mesa y dice gritando, por llevar todavía los auriculares:
-¿Qué, qué ocurre? ¿quiénes son ustedes?
El ladrón le grita, quitándole uno de los auriculares:
-¡Vacía tus bolsillos encima de la mesa, todo lo que lleves!
Los dos agentes de la policía están mirando por la ventana la acción, desenfundan las pistolas y entran sigilosamente en el bar. El policía más alto grita:
-¡Alto, policía! ¡Tiren las pistolas y salgan con las manos levantadas!
El ladrón que está junto a Jerónimo, toma a éste del cuello y le apunta de nuevo a la cabeza y, grita:
-¡Tenemos un rehén! Dejarnos marchar, todavía no hemos atracado la caja. O sea, parejita, daros el piro.
La policía lo mira y Noelia, la otra policía dice:
-Mira chaval, no nos subestimes que soy una tiradora de precisión y no fallaría ni un ápice. Tú podrías matar a ese rehén, pero sería una opción errónea, ya que no saldríais ninguno de los dos vivo.
El ladrón que apunta a Jerónimo quita el seguro a su pistola y mueve el dedo sobre el gatillo y es en ese momento que Noelia no duda y dispara a la cabeza.
El ladrón cae fulminado.