El Boleto
Francisco Javier García Reverón | Javier

El boleto.
Masca. En pleno temporal.
<¡Repita señor!, apenas le entiendo>
<¡Digo! que mi sobrino se ha vuelto loco, ¡que tragedia!>
< ¡Tranquilo!. No toque los cuerpos, saldremos en cuanto nos abran la carretera> Decía la policía al dueño del hotel.
Un matrimonio octogenario pasa unos días en un acogedor hotel rural de un pueblo de Tenerife. Antes de llegar, pasan por una administración de lotería donde el dependiente, un delincuente, tras un despiste de los ancianos, les oculta un premio.
En el hotel rural, por causas del mal tiempo, solamente esteban hospedados los ancianos ya que se habían cancelado varias habitaciones.

Serían las palabras del director del banco al dueño del hotel rural.
El lotero, vería la oportunidad de su vida en aquel boleto el cual, el anciano aún guardaba por tener un número de teléfono anotado en el dorso ya que no disponía de móvil.
LLamó a su amigo Edey y le contó lo sucedido. Idearon un plan aprovechando que Edey era el sobrino de Juan.
Llegaron en piragua a la playa del barranco, por estar las carreteras cerradas por desprendimientos. La intención sería entrar con una copia de la llave en la habitación de los ancianos sin ser vistos y robarles el boleto de la cartera.
El anciano, se percataría de la presencia de Edey y forcejearían con tal mala suerte que se da un golpe contra un mueble. Su mujer, al gritar, provoca que Edey le tape la boca y éste sin desearlo, la asfixia.
Juan, ante el grito, sube rápidamente. Su sobrino, intenta huir por la ventana pero una teja suelta, le lleva a una caída mortal. Abajo, su amigo, atónito, le mira los bolsillos y coge rápidamente el boleto pero cuando intenta salir corriendo:
<¡Maldito desgraciado!>
El lotero, se ve sorprendido por Juan ante la intensa lluvia. Le cuenta toda la verdad. Negocian dividir el premio. La avaricia y la necesidad de Juan por no perder su hotel, le lleva a obviar las muertes y a deshacerse del lotero. Lo alcanzó a la playa y le dió un golpe en la cabeza dejándolo a la deriva en su piragua para hacer ver que nunca estuvo en el hotel. Ahora tendría que denunciar que al despiadado de su sobrino se le fue de las manos un fallido atraco.
Se auto lesionó y planeó una versión que diera sentido a todo.
Ya se veía pagando el embargo, un millón y medio era más de lo que necesitaba pero no contaba con un pequeño detalle, el anciano tenía la extraña manía de apuntar números y cosas importantes detrás de los boletos, creía que así, siempre tendría a buen recaudo ambas cosas y por eso, Edey, nunca llegó a coger el número premiado.
Juan tampoco sabría que antes de morir desangrado el anciano, llamó a la policía y diría que por la ventana, vio al lotero a él y su agresor.