Volvía de camino a casa paseando por el sendero que serpenteaba entre las salinas, con su mochila a la espalda. El aire frío cortaba el rostro, sin embargo disfrutaba de la calidez del sol poniente y de la brisa a pesar de que ésta amenazaba con arreciar. Se repetía a sí mismo que debía darse prisa en volver antes de que anocheciera ya que aunque todavía pasaba gente andando o en bicicleta de un lado a otro cuando comenzó, ahora caminaba solo. Le invadió cierta paz al principio y se sintió por unos instantes inmerso en el paisaje que le rodeaba: el sonido del agua, la brisa fría, el olor de los enebros y las salicornias, el sonido del canto de las aves marinas,… Era perfecto aquél silencio , demasiado.
En medio de ruidos de una naturaleza que despide el día, oyó algo parecido a unos pasos. No hizo caso, parecían encajar dentro del paisaje, sin embargo sujetó con fuerza la asas de su mochila. Al caer la noche también cayó bruma. Sintió frío. Tampoco hizo caso, pero apretó el paso. Empezó a pensar en aquello que le llevó a recorrer andando el trayecto que conectaba su ciudad con el pueblo de al lado y notó que el frío y la humedad se hacían más intensos, la oscuridad se cernía sobre él amenazadora. Lamentaba no llevar algo más de abrigo.
De nuevo algo que se desliza, y …¿ un susurro? Alguien le llamaba. Se giró y vio una sombra escabulléndose entre la bruma. Se suponía que debía estar solo. Su respiración se agitó, lo que fuera parecía más grande que un conejo o cualquier otro bicho que anduviera por las marismas. Miró hacia la profundidad de la noche y sintió vértigo. Un sudor frío le recorrió la espalda y se le nubló la visión. Recordó una noticia de unos días antes: “Aparece el cadáver de un joven en un caño de las salinas”, alguien a quien conocía bien.
– ¡¿Quién anda ahí?!-. Gritó a las sombras.
– ¡Déjate ver!-, repitió en voz más alta.
Todo permaneció en silencio y sin respuesta. ¿Sería su imaginación? No podía ver en aquella oscuridad, algo le rozó el brazo, y el hombro… alguien se revolvía alrededor suya.
-¿Dónde estás?¿Quién eres?, ¿Por qué me sigues?-. Trastabilló.
También recordó que su amigo volvía por ese sendero a la misma hora, con una mochila igual. No debía haberse dejado convencer para sustituirle, sabía que no eran de fiar. De pronto se sintió rodeado. Le agarraron por detrás. Niebla, silencio.
– Un lunes movidito, comisaria Carrillo, estamos a la espera del forense para levantar el cadáver-.
-¿Otro chico con las mismas características?-. Preguntó la comisaria observando el cuerpo hinchado del muchacho en el fondo del caño tres días después.
– Parece otro suicidio, encontramos esto en su mochila -, respondió el agente tendiéndole una nota en una bolsa de pruebas.
– Algo no cuadra -, dijo observando atentamente su contenido.