“Déjame, pero solo un instante” era su canción más conocida. La muerte de Edgar Palomares, el carismático cantante de “Bartin”, fue un mazazo para todos. Yacía en el suelo del camerino. Había vomitado y estaba más que muerto. Supermuerto. La familia fichó a la detective Lisa D66. Yo soy su ayudante, tengo veinticinco años y presumo de ser lesbiana. Lisa D66 es una “ginoide”. Un robot de aspecto femenino, de ultimísima generación. Es una gran profesional, pero follar no folla. De momento. Se construyó para ser la primera androide investigadora. Y en poco tiempo, ha adquirido gran fama. Su aspecto se inspira en la actriz francesa Eva Green y no me importaría tocarle los pechos, si no fuera porque es mi jefa y además están llenos de circuitos y sensores (y quizás sonaría alguna alarma estridente).
Todos los que accedieron al camerino después de la actuación resultaban sospechosos. El primero: el manager de “Bartin”, alias “Zurdi” y que en algún momento permaneció solo con el asesinado. Preocupante. También cabía desconfiar de los cuatro músicos de la banda porque compartían habitáculo con él. Y de los fans que visitaron a Edgar tras la actuación. Entraron en grupos, ninguno solo. ¿En el caso de que fuera obra de uno de ellos, los otros no se dieron cuenta? Lisa D66 me comentó con su radiofónica y parsimoniosa voz: “Entrevista a todos los sospechosos y pásame un R345 (un informe exhaustivo con pruebas). Yo procesaré tu información y la cotejaré con mi base de datos. Revisaré de nuevo el disco duro de la cámara con mi X-33P. Escanearé las pruebas físicas que tengamos con el ZZ-77e. Y deja de morderte las uñas, no me seas humana”. El manager no podía haber sido. Edgar le envió un mensaje de WhatsApp desde su móvil minutos después de que el “Zurdi” marchara de la sala. O sea: todavía estaba vivo. Es cierto que esa misma tarde, el cantante se discutió a gritos con el bajista Charly, pero nada lo incriminaba. Y además, cuando los músicos se ausentaron del camerino por última vez, todos le vieron vivo hablando por teléfono con una amiga. ¿Qué había pasado con los fans? En los interrogatorios, solo se notó insegura a una chica llamada Blanca Iñiguez. Pero no teníamos ninguna prueba. Desesperación. Después de muchas horas de visualizar hasta la extenuación el disco duro de la cámara, advertimos que Edgar cuando salió del camerino, después de haber charlado con el manager, no llevaba un objeto colgante que sí podía verse cuando yacía en el suelo. Lo supimos por la tecnología de Lisa D66. Se trataba de una cajita circular que había soltado gas nervioso L245, un líquido que se evapora con facilidad y que es mortífero. Blanca lo colgó, según una amiga, en el cuello de Edgar como un regalo más. Un recuerdo de muerte. En un segundo interrogatorio con Blanca, Lisa D66 nos descubrió que habían sido amantes y que ella actuó por despecho.