Parecía dormida.
Con un vestido de fiesta que resaltaba todas sus curvas, perfectamente maquillada y peinada, encontraron el cadáver de Hellen Mitsein en su apartamento de Nueva York. Su vecina Molly, una mujer de mediana edad, llamó a la policía tras llevar un par de días sin saber nada de ella.
—¿Qué tenemos, Baker? —Preguntó el inspector Harry Mitch al forense mientras echaba un vistazo rápido por toda la estancia.
—Una Bella Durmiente en toda regla Mitch. Mujer blanca, 25 años. Lleva de 40 a 50 horas muerta, sin signos de violencia aparente.
Pétalos de rosas blancas naturales inundaban la cama y parte del mobiliario de la joven. El cuerpo yacía colocado en la cama, con los mechones rubios alineados perfectamente en sus hombros y el vestido sin una sola arruga de más. El olor de la habitación tenía una mezcla dulzona y ácida que, aunque no era muy agradable, era bastante soportable.
—Te diré algo más con el análisis toxicológico, Mitch. Tengo verdadera curiosidad por saber qué le ha pasado a esta muchacha.
—Voy a hablar con la vecina, Baker. Procura que la científica no destroce demasiado la escena del crimen.
Cuando el forense iba a contestar ya estaba cerrando la puerta.
El piso de Molly Curtis era completamente distinto al de la joven. Este daba al exterior, y disponía de mucha más luz que venía de unos grandes ventanales que dividían una gran terraza del salón.
—¿Quiere un café, inspector?
—Me vendría muy bien uno, muchas gracias—contestó el inspector.
Tras servir el café, Molly se sentó en el sofá y comenzó de nuevo a llorar.
—Dios mío, inspector. Qué pena tan grande, que pena….
—Señora Curtis, ¿ha oído algo, o ha visto a alguien desconocido o sospechoso últimamente por aquí?
Molly se quedó pensativa y se sorbió la nariz
—Que yo recuerde no. Era muy celosa de su intimidad y su casa. Después de dos días sin saber de ella y sin responder a la puerta, me preocupé y llamé a la policía.
—¿Tenía novio o novia?
—Que yo sepa no—contestó Molly — Era tan joven y guapa — interrumpió sus palabras unos nuevos sollozos
Mitch dejó que la mujer se calmara y aprovechó para tomarse su café en un par de tragos. Esa mujer no paraba de llorar, y la empatía hacía mucho tiempo que el inspector no la practicaba, así que decidió aprovechar.
— Señora Curtis, ¿puedo ir al baño?
—Sí, por supuesto inspector. Al fondo a la derecha.
Mitch tenía calor y ganas de mear. Estaba siendo una mañana bastante intensa, y tenía la sensación que el interrogatorio con esa mujer iba a ser largo y laborioso.
Dejó que su vejiga se descargase en el retrete de Molly y se acercó al lavabo a refrescarse un poco, pero su visión periférica vio algo que, si al principio no lo identificó, tardó pocos segundos en hacerlo. En el suelo, al lado de la lavadora, había un pétalo de rosa color blanco.