—Buenas noches, oficial. ¿Qué tenemos hoy? —pregunté acercándome al lugar del suceso.
—Buenas noches, inspector —me recibió la oficial—, gracias por acudir tan pronto. Acabamos de descubrir el cuerpo de un varón joven. No disponemos de mucha información, pero tengo la impresión de que este va a ser un caso de los difíciles, porque la escena está prácticamente impoluta.
Era de noche y el frío empezaba a notarse en las calles. Que la llamada ocurriera justo tras la cena no me sorprendía en absoluto, pero lo complicaba todo un poco más, porque la nocturnidad y la digestión no son grandes amigas para las labores de investigación.
Me acerqué a la escena en la que se encontraba el sujeto. Era un salón amplio, aparentemente todo estaba en orden, la televisión encendida con una película del oeste, un par de cómics sobre la mesita de la entrada y todavía podían apreciarse algunos restos de la cena y un vaso de agua en la mesa grande del salón. Hice un reconocimiento visual en búsqueda de algún elemento punzante, algún arma que se hubiera utilizado para descartar la posibilidad de que hubiera terceras personas involucradas, pero el solo hecho de que estuviera todo tan limpio, iba a hacer que nos centráramos en la cena. La oficial ya había dado cuenta de cuál había sido el último menú: acelgas y algo parecido a un filete de pescado. Todavía es pronto para conocer las razones, pero, al menos, el sujeto se cuidaba el colesterol. Habría que mandar los restos a analizar por si hubiera algo en mal estado o si existiera la posibilidad de envenenamiento. No nos podemos fiar y menos un viernes por la noche.
Di un rodeo a la mesa, fijándome bien en los restos que había, y, despacio, me acerqué al sofá, justo donde yacía el sujeto. Inspeccioné los detalles y saqué la grabadora para dejar constancia de mis primeras impresiones.
«Sujeto varón, joven, yace en posición de decúbito prono en el sofá, aparentemente sin contusiones ni heridas. Por las dimensiones y humedad del charco que queda bajo su boca, podemos determinar que el suceso tuvo lugar hace menos de una hora. No aparece ningún rastro de comida y no tiene el rostro amoratado, por lo que no parece, a simple vista, un atragantamiento común. La ropa que lleva es un pijama de invierno y está descalzo. Tiene pinta de haber sido algo repentino. No se aprecian muestras de dolor en el rostro, el tono corporal parece normal, no existe tampoco rigidez. Quizá hemos llegado muy pronto. Los primeros indicios que barajamos son que estaba cenando tranquilamente con la televisión encendida y que, tras la ingesta, algo tuvo que afectarle. Mandaremos a laboratorio los restos de comida y el vaso de agua para que aclaren si hubo envenenamiento. También, habrá que investigar el historial clínico por si ha sido una intoxicación involuntaria. Desde luego, no va a ser fácil dar con la clave a la primera».
—¡Jopé, papá…! ¡Déjame dormir, que estoy cansado!