El suicidio de la agente Caballero fue un duro golpe para los compañeros de la sección de homicidios. Aitana Gil acababa de salir de la academia y sabía que su nuevo destino no iba a ser fácil. Iba a trabajar en el caso que la prensa había bautizado como el “Devorador de cuentos”. Aitana había seguido todas las noticias a través de las redes sociales y estaba ansiosa por conocer más detalles.
Seis meses atrás habían encontrado a la primera de cuatro víctimas. Todas ellas seguían un patrón similar, las habían forzado a comer hasta la muerte. Las diferenciaba lo qué habían ingerido. La primera tenía el estómago lleno de cristales. La segunda tenía trozos de manzana, la tercera fragmentos de tela roja y la cuarta estaba llena de osos de gominola.
En su primer día, el capitán Durán la actualizó del estado de la investigación. Aitana viendo las fotografías de los crímenes pensó en la necesidad que tenía el asesino de escenificar una versión propia de los cuentos clásicos. Además, parecía que sabía cómo eliminar cualquier rastro de los cuerpos y todavía no habían descubierto ninguna conexión entre las víctimas.
Después de conocer al resto del equipo y ver todas las evidencias, Aitana sintió que algo no le cuadraba. Al lado de la máquina de café oyó a unas compañeras hablar de cómo veían al capitán muy afectado por la muerte de la agente Caballero. Por como hablaban de ellos, intuyó que habían tenido algún tipo de relación pero que no era oficial.
Una alerta en el móvil avisó a Aitana que habían nuevas notícias en redes sociales del “Devorador de cuentos”. El capitán les informó de una quinta víctima encontrada en el lago con signos de ahogamiento y las piernas enganchadas con pegamento emulando una cola de sirena.
Al examinar el cadáver, le llamó la atención un pequeño reflejo en su mano. Con luz ultravioleta vio que era parte del sello de una discoteca que ella conocía. Comprobó los otros cuerpos que todavía estaban en el depósito. No había rastro de sellos aunque parecía que les habían frotado esa zona. En los informes no había referencia a marcas y decidió ir a la discoteca.
Al llegar, vio salir al capitán Durán acompañado de dos chicas. Una de ellas era muy parecida a él y la otra era rubia con el pelo muy largo. Le pareció extraño y los siguió hasta una casa en las afueras que parecía abandonada. En la entrada había varias fotografías del capitán, con la que dedujo era su hermana, y un antiguo recorte de periódico en el que aparecían dos niños secuestrados en el bosque. El capitán la sorprendió y después de un forcejeo el arma se disparó.
Días después, en un centro psiquiátrico, la hermana del capitán totalmente trastornada por la muerte de su hermano les explicó que la agente Caballero los había descubierto y habían fingido su suicidio.
Aitana mientras terminaba el informe del caso recibió una nueva alerta en su móvil.