EL CASO NÚMERO 11
Aurora González Cacho | ADAGO

Después de violarla, golpearla asomó un atisbo de arrepentimiento. Ella aún semi-inconsciente era incapaz de moverse.
Él la cogió en sus brazos, llenó la bañera y la sumergió con mucho cuidado. Louise, en shock, podía apreciarse el terror en sus ojos, pero no dijo nada.
La bañó con dulzura, acariciando suavemente cada parte de su cuerpo, ella aterrorizada, temblaba; él tarareaba mientras la enjabonaba y parecía que no hubiese pasado nada.
Cuando terminó, la sacó nuevamente en brazos y la envolvió en una toalla, la llevó al lugar donde la había ultrajado y allí la secó lentamente.
Ella inmóvil, estaba completamente paralizada. Sacó la crema y empezó a repartirla por su esbelto cuerpo, cuando subió hacia el cuello, sus ojos se tornaron rojos y comenzó a apretar, cada vez más fuerte, y más fuerte y más y más, hasta que dejó de respirar. Después se tumbó a su lado y se quedó dormido a su lado.

La detective Jennifer fue informada al día siguiente de la desaparición de Louise, la familia había puesto la denuncia cuando vieron que no había regresado de su cita aquella noche. En los últimos meses habían desparecido al menos diez chicas pero nunca hallaron nada, ningún sospechoso, ninguna huella, nada, esta vez la familia pudo facilitar una dirección.

Cuando llegó allí con su compañero. Jack, les abrió, se apreciaba que estaba recién levantado a pesar de ser las 12am.
Les invitó a pasar, los detectives no apreciaron nada fuera de lo normal, quizá estaba todo demasiado impoluto, lo que a la detective le hizo sospechar, cuando preguntaron por la señorita desaparecida, él dijo que nunca llegó a aparecer, y como se habían conocido a través de una página de citas, no le dio importancia _No es la primera vez que me pasa, relató.

Ella le dejó su tarjeta por si sabía algo de ella, muy amable Jack aceptó, justo en ese momento suena el móvil. Acababan de encontrar un cuerpo en el río.
El cuerpo estaba desnudo rodeado de flores, como todos los demás, se apreciaban los signos de estrangulamiento, en el vientre tatuado el número 11.
Todas habían sido drogadas, violadas, bañadas, tatuadas y colocadas junto al río.

Demasiados asesinatos y no tenían nada, hasta ahora que Jennifer sospechaba de Jack y no pensaba ignorar a su sexto sentido.
La compañera Tatiana, se hizo pasar por alguien que buscaba una cita y buscó a Jack.
Enseguida aceptó y no dudó en invitarla esa misma noche a cenar a su casa.

Una vez allí, echó droga en su copa de vino y esperó a que perdiera el control.
Los detectives estaban escuchando. Cuando Tatiana empezó a notar que no podía moverse, él empezó a decir: _Todas sois iguales, os vais con cualquiera en la primera cita y debéis pagar por vuestro pecado, debéis morir. La llevó a la cama y cuando la desnudó descubrió el micrófono. Conmocionado, gritó fuertemente, cuando los compañeros entraron, saltó por la ventana. Cayó de un décimo piso, murió al instante.