EL CÍRCULO
ANA BELICIA PÉREZ GIORGINI | NINA ROMEU

‘-Sara, déjalo, mírame, ¡ya no puede hacer más daño! –intenta tranquilizarla Julia mientras se mira las manos salpicadas de sangre. No es suya, claro. Tampoco de su hermana. El tipo que está en el garaje podría ser su cuñado o cualquier hombre blanco de metro ochenta y pico y cuerpo del montón. Su rostro ya no está, solo se ve una máscara sanguinolenta digna de cualquier bazar chino en Halloween después de que Sara le haya atizado varias veces con un extintor por miedo a que se levantara. Por supuesto, el forense y cualquier avispado policía podría determinar a simple vista que esa no es la causa de la muerte, ya que el cuerpo tiene un tajo perfectamente trazado desde el esternón hasta el ombligo.
-¿Crees que papá llegó antes? –pregunta Julia.
-Lo único que sé es que hay un muerto en mi casa. Joder, esto no puede estar pasando, ¿con quién me casé? –solloza Sara.
-Se me ocurren dos cosas: o hacemos como en ‘Tomates verdes fritos’ y nos montamos una barbacoa; o se lo damos de comer a los cerdos como en ‘Hannibal’ –responde Julia en su línea.
-Lo que tenemos que hacer es llamar a la policía, no montarnos películas –le recrimina Sara.
Media hora después –tiempo que aprovecharon para borrar huellas, cambiarse y quemar la ropa manchada en la cocina de leña- las fuerzas del orden están avisadas.
Claudio Andrade es joven, bien parecido y el inspector asignado al caso después de una llamada de su jefe en la que le ordenó “no cagarla” y cerrar el expediente rápidamente. Siempre lleva gabardina porque le gusta el toque novelero, pero considera, y con buen criterio, que un sombrero es demasiado. Al llegar al lugar del crimen sabe inmediata e irrefutablemente tres cosas: la víctima, Mauro Vieira, no es quien dice ser; su esposa tiene lo mismo de hermosa que de mentirosa; y el asesino se aseguró de que este caso le tocase a él. Del cómo aún no tiene idea, pero del porqué no tiene dudas.
Solo una semana después, su informe está acabado. Las conexiones de la víctima con el crimen organizado y la aparición del arma homicida en el coche de un matón de poca monta que fue visto con Mauro el día de su muerte fueron claves para cerrar el caso con tanta rapidez.
¬¿Lo recuperaste? –Andrade se estremeció al escuchar la voz detrás de él al salir de comisaría. Sacó del bolsillo un anillo en forma de sello y se lo dio.
-Ahora iba a verte, ¿en qué estabas pensando? –preguntó malhumorado.
-Apareció con su esposa malherida en mi hospital y una historia rocambolesca. Él no me vio y yo casi me desmayo. Diez años y medio mundo de por medio, pero era él. Nunca pagó por lo que me hizo, ahora lo ha hecho. Mejor que no sepas más –explicó encogiéndose de hombros.
-Te debía esta, Valeria, pero se acabó –resopló Claudio.
-Yo también te quiero –su hermana se puso el anillo, forzó una sonrisa y se fue.