El comisario García
En su nuevo destino no sabían nada de su vana trayectoria profesional, por lo que cuando notificaron el hallazgo de un cadáver, el comisario pensó que era una buena forma de comenzar la semana y excitado, dio instrucciones con voz autoritaria.
Llegó el primero a la zona acordonada, un parque rodeado de viviendas a las afueras de la ciudad. El cuerpo de una mujer, vestida con ropa deportiva, yacía en el suelo con una profunda herida en la cabeza y justo debajo vio un pedrusco afilado y manchado de sangre. La policía científica no tardaría en llegar y solo tuvo un minuto para agacharse y, simulando examinar a la muerta, guardar la piedra ensangrentada en el bolsillo. Un estúpido accidente no le estropearía lucirse en una investigación de asesinato. Cuando el forense dictaminó la muerte por un fuerte golpe con un objeto pesado, sonrió para si notando el peso de la supuesta arma homicida y agradeció que el día fuera plomizo y esa mañana llevara la gabardina. El informe de la autopsia concretaría la hora del fallecimiento, aunque calculaba que no llevaba muerta más de dos horas. Un vecino que paseaba al perro dio el aviso a las 8.30. Saludó, servil, al juez que ordenaba el levantamiento del cadáver y, a gritos, mandó a sus hombres empezar con las preguntas de rutina a los vecinos.
Con un gesto indicó a una joven policía en prácticas que lo siguiera mientras se dirigía hacia la única casa que tenía ventanas con vistas a esa zona del parque. Una mujer abrió la puerta con una niña pequeña escondida detrás de ella. Sintiéndose poderoso y al más puro estilo televisivo se presentó:
—Comisario García. ¿Puede contestarme a unas preguntas?
La mujer los acompañó al salón y, mientras la policía se quedaba en el quicio de la puerta, él tomaba posesión del sofá.
—Señora, ¿vio o escuchó algo esta mañana sobre las 6?
La mujer negaba nerviosa con la cabeza mientras la pequeña le tiraba de la falda.
—Mamá, mamá.
—Llévese a esa niña fuera de aquí, no me deja trabajar.
La joven policía obedeció mientras la niña protestaba.
—Es que tengo que decirle algo importante a mamá, por favor, por favor.
—Dímelo a mí y después se lo contamos juntas.
—Mamá no quiere que me entretenga cuando me levanto, pero hoy desobedecí y miré un rato por la ventana, vi una mujer que corría, tropezaba y caía al suelo. Mi mamá me llamó para desayunar y bajé a la cocina. Me regaña si tardo, pero cuando subí a vestirme para el colegio miré otra vez y vi a ese señor gordo cogiendo una cosa del suelo y metiéndosela en el bolsillo. ¿Por favor podemos ir ya con mi mamá?
Mientras, en el salón la madre observaba desconcertada como el lamparón rojizo de la gabardina del comisario manchaba el tapizado del sofá.