EL CRIMEN PERFECTO
MÓNICA MONTERO LÓPEZ DE URALDE | Monica

Un cuerpo ensangrentado, una casa destrozada, cristales por el suelo y una maleta a medio hacer. Un hombre salía esposado por la puerta, el equipo forense recogía las pruebas necesarias para poder procesar al asesino, y el inspector interrogaba a los posibles testigos. Las pruebas apuntaban al marido. Los vecinos defendían que los gritos y los golpes eran habituales dentro de la casa y que no les extrañara que esto pudiese ocurrir. Parecía que el crimen estaba claro, una pelea domestica que había acabado en tragedia. Sin embargo, lo que la policía no sabía es que el asesinato era el crimen perfecto, porque la víctima era yo, la asesina.

Entrada la medianoche, mi marido entró por la puerta, oliendo a alcohol y tambaleándose como siempre. Esa noche acabaría con el sufrimiento. Tomé una pistola que guardaba por seguridad, lo apunté. Apunté al hombre que me había condenado a una eterna pesadilla los últimos cinco años, una pesadilla en la que los golpes, los gritos y las amenazas eran los protagonistas. Sabía que estaba mal, pero no veía otra opción. Con el arma en la mano, lo miré derramé una lagrima y con una sonrisa de anhelo, caí desplomada. Este fue el inicio del plan que tanto había preparado. Mi muerte conseguiría que finalmente, ese monstruo fuese llevado a la justicia. Fue el crimen perfecto.