EL CUBO DE RUBIK
Irene Vilchez Lara | Hechicera

Los rastros de aquel asesinato eran engañosos, ya que la victimología no era la adecuada pues no existía cuerpo.
Aparentemente él llevaba un estilo de bajo riesgo, era la personificación de la vida modelo, solamente en ocasiones más fructuosas fue meticuloso. Pero el crimen perfecto no existe, siempre hay casos sin resolver. Lo primero es la escena de un montaje: una zona apartada donde solamente en circunstancias normales puede haber algún desconocido, pero aquel día, cuando me dispuse a pasear por aquella playa tan desierta, aparte de ver unas huellas que cada vez eran más dispersas y encalladas, me percaté que el aire de poniente venía cargado de un extraño aroma y allí mismo me lo encontré, abierto en canal. Su sangre espesa se mezclaba con la espuma de mar que se arrinconaba en aquellas rocas. Me quedé estupefacta y a la vez libre, unos sentimientos confusos que me hicieron ver que por fin algo de mi interior había desatado una gran estimulación. Los encargados de aquella investigación, al no encontrar ninguna pista que los llevase a investigar, empezaron a perder el rastro y lo dejaron en olvido; yo claramente me quedé tranquila, ya desapareció esa angustia que años atrás me mantenía sumergida en un pozo sin fondo, ya que no tenías las ganas suficientes para saber que estaba sola ante tanto sufrimiento. Como digo algunas veces, a nadie nos gustaría atravesar situaciones extravagantes y sembrar el pánico cuando no existe motivo alguno; creo que yo he sido la propia asesina de este cruel asesinato y me había visto obligada a usar esa fuerza que debería de haber tenido desde que aquella vez te vi aparecer, ese zumbido que se hizo eterno dentro de mí, se me hizo eterno, pero por fin pude arrebatar lo más preciado que tenía en mis anhelos: era una falta de seguridad grandísima, quería abarcar tanto que apenas tuve arrepentimiento alguno; necesitaba soltarte, que desaparecieras en un abrir y cerrar de ojos; engatusarte nunca fue mi plan, más bien fue el miedo que me hizo llegar a lo más profundo de mí para poder rasgar de lo más profundo y arrancarte de mis adentros, aunque me doliera, pero de siempre me he avergonzado prolongar este ritmo de asfixia para satisfacción propia, mi propio experimento. A veces las inseguridades te hacen que te despistes y dejes alguna sospecha o alguna huella, pero tu asesinato lo llevaba tiempo planeando, no fue para nada físico, más bien psicológico, necesitaba mi tiempo, sentirme sobré todo cómoda y saber perfectamente que mi yo interior iba hacer todo lo posible para darme esa fuerza que llevaba años escondida, al final todo tiene su sentido y el mío era asesinarte sin piedad alguna. Fuiste una víctima por casualidad, nunca tuviste la culpa, esa es la verdad, pero de algo estoy segura: que quitándote de todo este estercolero de mentiras íbamos a estar mejor. Mi verdadero motivo era distinto, era no sentir nada y seguir siendo yo y mis sombras.