02:36 Horas, sábado.
Julia tiene un café de Starbucks en el posavasos del coche. No le gusta que lleve más adornos y toppings que cafeína, pero su mentor es fanático de la marca de la sirena con dos colas y ella, por ahora, solo una agente en prácticas. No se discute la cadena de mando. Hugo Pérez —su mentor— le ha ordenado hace unos escasos veinte o veintidós minutos que espere en el coche, tras pedir por radio varias unidades de apoyo. La plaza de la Merced está desierta, el cielo está despejado. Solo las luces azules del Citroën C5 Aircross rompen la calma nocturna. En el extremo izquierdo de la enorme pérgola, junto a una de las columnas, bajo la luz fundida, hay un cuerpo. En principio, Hugo pensó que sería algún gorrilla o alguien que había dejado el control de la nave a Johnnie Walker. Eso pensó hasta que vio la mancha negra extendiéndose. Demasiado para una agente que solo lleva fuera del horno tres semanas. Julia está tensa dentro del coche, observa cómo llegan las unidades de apoyo. Por radio, escucha que se trata de un homicidio. Poco después, la radio vuelve a romper el tenso silencio que impera en el vehículo patrulla: «a todas las unidades…(niebla) se ha hallado otro cuerpo en la…(niebla) Flores… (niebla)». Intenta comunicarse con la central, pero de la radio solo obtiene interferencias y niebla: no funciona. Su teléfono se ilumina y vibra. Mira la pantalla. Es un mail. No tiene asunto. Lo abre.
Ascensio Miguel Cordoba
Para Juliazaragozarobles@gmail.com
https://instagram.com/Custodioreal?igshid=YmMyMTA2M2Y=
Nerviosa pincha en el enlace. El navegador la lleva a un perfil de Instagram sin seguidores y que no sigue a nadie. Hay cuatro posts. Primer post: se ve una fotografía —vista aérea— de la Plaza de la Merced con la policía y el cuerpo tapado con una manta amarilla brillante; segundo: otra fotografía —desde un banco—, pero ahora de la Plaza de las Flores con otro cuerpo y más compañeros. Tercer post: más agentes y otro cuerpo en la Plaza del Cardenal Belluga, frente a la catedral. El cuarto contiene un soneto:
y sí, le faltan la lengua y los ojos;
la garganta muy abierta borbotea.
De los Custodios nadie se escaquea,
urbanismo ya tiene el cerrojo.
Se destripaba y carne se vendía;
el so puerco sin orejas hoy está.
Parné gastaba de forma no honesta.
Flores para disfrazar cómo hedía.
Aquí restos del décimo reposan.
Pícara y lista, en frente yace inerte.
Los Custodios las partidas desglosan.
Una más aún. Nos queda otra, agente.
Termine el pseudo café, avisar osan.
El Custodio Gabriel sentencia muerte.
Siente una fuerte tenaza en el cuello, se resiste con todas sus fuerzas. Un fogonazo ilumina el interior del vehículo. Hugo —a unos cien metros de distancia— se gira rápido, lívido: el estruendo de un disparo se ha oído en toda la plaza.