EL DETECTIVE ALBERTO ESCAPA DE UN SECUESTRO EN UNA ESCAPE ROOM
Jaime L. Huertas Román | Jaime L. Huertas

Podría parecer un clickbait, pero esto ha ocurrido esta mañana del 25 de febrero, cuando la policía nacional encontró al detective y a dos rehenes más en las afueras de un polígono industrial en Alcorcón.
Una “escape room” es una actividad de ocio que realizan los jóvenes. Consiste en que pagan para ser encerrados en una sala y, mediante juegos de deducción, encuentran las llaves para salir de la sala. Sin embargo, en este caso, estas personas fueron encerradas sin su consentimiento y los juegos amenazaban con arrebatar sus vidas.
En un comunicado oficial, se informó de que las personas secuestradas estaban encerradas en unas salas de tortura y gracias al ingenio del detective, los cuatro pudieron escapar.
Le hemos preguntado cómo eran las pruebas y nos ha dicho: “Pues ha sido una locura. Una de ellas, por ejemplo, nuestro secuestrador nos dejó una radiografía que mostraba una llave para abrir la siguiente puerta y nos había dejado cuchillos. Quería que nos despedazáramos para encontrar la llave. Por suerte, me tenían a mí. Usé la radiografía para abrir la puerta, como haría cualquier cerrajero”. Al parecer, pasaron por cinco habitaciones con torturas similares. Otra de ellas consistía en que la puerta se abría con la huella de un dedo. El dedo estaba cercenado en un mecanismo y para conseguirlo, tenían que introducir otro dedo, cercenarlo con una guillotina que tenía el mecanismo y, del peso, se liberaría el dedo que querían. La policía vio que ellos usaron trozos de un lápiz en el mecanismo y así consiguieron liberar el dedo. Aún se desconoce a quién pertenecía el dedo, pero la policía piensa que estas salas de tortura se han estado utilizando durante mucho tiempo. También encontraron numerosas cámaras en todas las salas. Todo lo que pasaba se transmitía en directo en algún portal de internet.
Pero eso no es todo, los tres rehenes que acompañaban a Alberto eran tres asesinos que estaban desaparecidos, de 46, 20 y 15 años de edad. El tercero había matado a su familia. Cuando la policía llegó al polígono industrial, uno de ellos había huido y otro estaba en el suelo desangrándose. Alberto nos contó lo que ocurrió: “En una de las salas había cuchillos por todas partes y documentos que hablaban de las personas a las que habían matado. A partir de ahí, solo me dejaban vivir porque les era útil, pero en cuanto salimos, las cosas se complicaron. Querían huir y uno de ellos, el que tendría unos cincuenta años, no quería que un detective fuera un potencial testigo, así que me iba a matar. Cuando me acorraló, el chico de quince años le cortó el talón, cayó al suelo y no se pudo mover más. El chico fue el único agradecido de que le hubiera estado salvando sus vidas y se quedó protegiéndome hasta que llegó la policía.”
La policía cree que puede haber más salas de ese estilo en todo el país y todavía están buscando al secuestrador.