Cuando despertó el cadáver todavía estaba allí. La noche había sido dura pero la resaca lo estaba siendo aún más.
Lo último que Pedro recordaba, era haber pedido un gin-tonic de seagram’s, mientras intentaba tontear con la camarera, que le atendía. Ahora tenía que buscar en su memoria los datos para reconstruir lo que había pasado.
La noche no había empezado bien. Luis, que era el que siempre reservaba, no había conseguido mesa para los cinco en “Lamucca de Pez” y habían tenido que buscar otro italiano en donde tomar una pizza de boletus decente y la verdad es que no lo habían conseguido; la comida de aquel sitio no valía lo que costaba. Pero a ninguno de ellos pareció importarle demasiado, eso no iba a estropear su quedada mensual, en la que la cena no era, ni de lejos lo más importante.
Empezaron tomando una copa en “La Estupenda”, en donde había un espectáculo de monólogos al que no hicieron demasiado caso. Carlos, Oscar y Luis preferían ir de “caza”, por todo el local buscando alguna víctima a la que pudiesen soltar el rollo y creerse que habían ligado, mientras que Pedro y Nacho, que eran los que realmente ligaban cuando querían, se quedaron apoyados en una mesa alta, sin taburetes, tomando su copa y riendose de lo cómicos que podían resultar sus amigos casados, cuando salían de casa y querían sentirse jóvenes.
Las cosas empezaron a complicarse cuando cambiaron de local y vieron que en el siguiente estaban prácticamente las mismas personas que en el anterior; no que hubiese el mismo ambiente, sino que todas las personas, una por una, estaban de nuevo en el local. Los “casados” no parecían darse cuenta y seguían alegremente “entrandole” a todo lo que se movía, pero Pedro y Nacho se miraban con cara de no entender nada, sobre todo Nacho que estaba horrorizado y lo único que quería era irse a casa. A Pedro, sin embargo, aquella situación no hacía más que producirle curiosidad. De pronto, como por arte de magia, se encontró rodeado de gente pero sin ninguno de sus amigos cerca y aquellas personas, cuyas caras ya iban empezando a resultar familiares, se quedaron mirándole de una forma extraña; tanto, que empezó a sentirse muy incómodo, como lo puede estar un pavo la víspera de Nochebuena y trato de salir corriendo del local.
¿Qué pasó después?. Pedro ya no es capaz de recordar más.
¿Por qué todas las caras eran iguales en todas partes?
¿Por qué tiene un cadáver al lado de un tío al que no conoce de nada?
¿Por qué,…?
Pedro estaba desesperado y no sabía cómo resolver ese misterio. Cerró los ojos y deseó con todas sus fuerzas que aquello no fuese más que un sueño o una intoxicación de boletus en mal estado. De repente abrió los ojos y se encontró en lugar de un cadáver, el peluche de dinosaurio con el que Pedro había dormido toda su vida.