El enigma de Maycon
Rodrigo Hoz Marcano | RHOMA

Allí estaba el inspector Vázquez. Oculto en aquella enorme caja fuerte, de una de las joyerías más grandes de la capital. Con unos diez metros cuadrados, y un sistema de control de humedad y temperatura. Aquella noche de verano estaba más a gusto que en su céntrico piso de la capital, con vistas a un patio interior. Aquella era una de las pocas Joyerías que aún no habían sido saqueadas por el escurridizo Maycon, el ladrón de guante blanco más metódico e impredecible de cuantos había conocido. Llevaba más de un año tras la pista de este singular delincuente. Y aunque Maycon, siempre enviaba una carta a la policía avisando de su próximo movimiento, el descifrar sus intenciones era un autentico rompecabezas. Aun después del robo, era muy complicado descubrir la conexión de lo anunciado en la carta, con el lugar de los hechos.
Las horas pasaban lentas en aquel escondite, y no paraba de repetirse una y otra vez, la última misiva que recibieron en comisaria. -En la media noche sin sombra… Tiene que ser hoy, hoy es luna nueva-.…
Este operativo desesperado, fundado en una simple corazonada del inspector, basándose en la interpretación de unas palabras que para la mayoría del departamento, eran fruto de la locura de un delincuente, había sido montado de manera furtiva. Vázquez ya no se fiaba de nadie más que de sí mismo, y del subinspector Polo, de nombre Marco, para regocijo de los compañeros de comisaria. Y es que el subinspector Polo y el, creían que Maycon tenía un topo en el departamento.
Gastadas ya más horas que las que quedaban por esperar, sumido en el silencio de la espera, inmerso en el repaso mental del caso -…perderá el rojo reflejo de la opulencia…Tiene que ser esta joyería, es la única de la capital que tiene un diamante rojo-.
Cuando ya le empezaba a rondar por la cabeza la idea de que quizás esa corazonada le había jugado una mala pasada, un repentino y leve ruido, le saco de inmediato de sus pensamientos. A continuación comenzó a oír lo que parecían pasos.
-Sera real esto que oigo, o el cansancio de la espera está confundiendo mis sentidos-. Pensó.
Otro ruido más cercano y estridente le rectifico sus sospechas, sin duda era real, alguien estaba intentando abrir su refugio nocturno. Como un auténtico golpe, la adrenalina le saco de ese estado de letargo inducido por la larga espera. Se incorporó, y silenciosamente se posiciono en una zona que quedaría al abrigo de la puerta. No pasaron ni dos minutos, y el sofisticado sistema de seguridad de la puerta, cedió a la increíble habilidad delictiva del asaltante. El momento tan esperado había llegado. La puerta se abrió dando paso a una tenue luz zigzagueante. Una sombra se introdujo lentamente en el redil, y nuestro inspector pudo por fin dar caza a sus anhelos. El comisario jefe, Mayor Contreras, había sido detenido.

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