EL FANTASMA.
Isabel María Muriel Sánchez | Isabelle Sanz

— ¡Hola!
— …: (Con una voz grave) ¿Sabes quién soy?
— ¿Perdón?
— : Te queda muy bien ese trikini turquesa.
— En serio, déjate de bromas, John.
Justo en ese momento volvió John y trajo dos copas de zumo, una en cada mano. Cuando yo me fijé que John no llevaba su smartphone encima, me sorprendí bastante y me alejé de él lo más que pude para seguir con la extraña, intimidante e intrigante llamada:
—No lo adivinas. Desde hace más de un año me buscas. Además, tú te viniste a esta ciudad por mí. La verdad es que yo puedo ser tu ángel de la guarda, porque yo lo sé todo acerca de ti, en cambio tú apenas me conoces. ¡Soy cómo Dios…! Por ejemplo: sé que las gafas de sol, que llevas en tu linda cabellera, son graduadas.
—(Mirando a los yates de alrededor) No me gustan tus acertijos. Si tú fueras más valiente, me dirías quién eres realmente mirándome a los ojos.
—Sabes que de todas las mujeres, tú eres mi favorita.
— Sabes, me gusta mucho jugar con el destino de los demás. Lo verdaderamente curioso es que ¡yo te conozco desde antes, de que tú empezarás a buscarme!
—(Se me llenaron los ojos de lágrimas y no me salían las palabras en ese momento).
—Me despido cordialmente, señorita. Atentamente: tu ángel de la guarda. Ya nos veremos algún día.