EL FINAL TAMBIÉN LLEGA PARA QUIEN SABE ESPERAR
Cristian Cadenas Ortega | Cris

Sabemos que el tiempo es quien lo cura todo, pero también sabemos que no todos somos capaces de esperar a que las cosas ocurran en el tiempo que necesitan, y, por eso, nos lanzamos en su búsqueda. Sin embargo, todo llega para quien sabe esperar, incluido el final. El cuerpo estaba rígido, sentado en una silla. Con la pierna derecha cruzada sobre el muslo izquierdo. El brazo derecho estaba apoyado en la rodilla, sosteniendo con el puño colocado en el mentón, su cabeza. Se asemejaba a alguien corriente aguardando su turno en una sala de estar de cualquier clínica. Era la segunda víctima que aparecía en tres días y se mostraba con el mismo modus operandi. Primero el pastor de la iglesia, ahora un hombre, padre de familia.

El inspector James McQueen no podía entender qué idea tan macabra brotaba de la mente del asesino, pero sabía que debía actuar rápido para evitar que hubiese una nueva víctima. No podía quedarse esperando de brazos cruzados investigando tranquilamente las pruebas, tenía que lanzarse al precipicio una vez más, pues el tiempo era tan valioso como escaso.

Los dos cuerpos se habían encontrado a apenas tres manzanas de distancia de uno de los barrios situado en los suburbios de Nueva York. Los crímenes de aquella década de los setenta no dejaban de aumentar, pero este caso iba más allá de simples robos o ajustes de cuentas. El autor estaba dejando su firma con la posición que implementaba a las víctimas. James estaba seguro de que habría una tercera, pero no podía permitirlo. Debía anticiparse. Tenía que pensar como él, pero… ¿Cómo funcionaba una mente tan perversa? Descubrió que algo sobresalía del bolsillo de la camisa de la víctima. Era una nota. Marcaba una dirección.

Fue a por el coche y se dirigió enseguida hacia ella, no estaba lejos. La localización se situaba en la diagonal a apenas tres manzanas de distancia de la escena del crimen de ambos asesinatos. Se formaba una especie de triángulo invisible si se conectaban los tres puntos. ¿Qué significaba aquello? Llegó al lugar e inició la incursión rápidamente al interior de la casa. Estaba oscuro, era de noche y la luz no funcionaba, así que sacó su linterna. Se encontraba totalmente vacía. Solamente se escuchaba el eco de su respiración agitada y la lluvia torrencial que había comenzado en el exterior, cuando de pronto, encontró algo marcado en la pared blanca. Un dibujo que representaba a un triángulo equilátero de color negro, con puntos rojos marcados en cada vértice. En el vértice inferior izquierdo, estaba escrita la palabra “Padre”, en el derecho, “Espíritu Santo”, en el superior, una cara sonriente dibujada.

Un escalofrío recorrió el cuerpo del inspector. Era muy devoto, recordó la Santa Trinidad, conocía la palabra que faltaba. Era “Hijo”. El siguiente objetivo sería un niño, pero…¿Quién? Observando la metodología que usaba el asesino, tenía solamente tres días para evitarlo. No podía permitir que se cerrara aquél triángulo religioso, seguramente, diseñado por el mismísimo diablo.