El francotirador
Javier Alfaro Guillén | Javi

Él está sentado en el asiento del conductor de su antiguo A6. Una bala solitaria y certera atraviesa el vidrio de su ventana e impacta en su cabeza. La sangre salpica toda la tapicería de cuero y su cabeza cae sobre el volante. Toda su vida se esfuma en un instante, sin verla llegar…
Afuera, la gente grita y una ventana del tercer piso del bloque cercano se cierra. En cuestión de segundos las sirenas de policía y ambulancia lo llenan todo.
La policía de homicidios toma muestras de la escena del crimen. Identifican al cadáver, es un agente de policía local de Madrid. Saltan las alarmas y ya empieza a rumorearse: ¿será por un ajuste de cuentas? Más lejos de la realidad, pero, todavía no conocen cuál es el misterio de ese crimen.
Los más iluminados ya dan veredicto a algo que están empezando a investigar. Macías era un agente joven con todo un futuro prometedor, honrado, valiente y de actitud disciplinada. Era soltero y estudioso, estaba en el segundo año de la carrera de derecho y simplemente, ese crimen fue fruto de la casualidad.
Todo el grupo policial del caso, incluido el departamento de balística de la Guardia Civil están repasando los hechos en la escena del crimen. En otro edificio, justo enfrente del vehículo del homicidio se abre una ventana en el séptimo piso. También se levanta un poco la persiana, lo justo para que un cañón Schneider de seis estrías con silenciador apunte a la calle. Un hombre de unos cuarenta años observa el objetivo por la mira del fusil M40A3 Sniper MACMILLAN: la cabeza de un agente de la policía nacional. Sobre la repisa interior de la ventana tiene cuatro cargadores de balas del calibre 7,62 mm.
De pronto, un seco disparo y un agente de policía cae al suelo. Hay revuelo en el grupo de investigación y todos los policías allí implicados extraen sus armas reglamentarias para contrarrestar el ataque de alguien que no ven. La policía mira detenidamente a todas las ventanas, a todos los balcones buscando al francotirador. Hay vecinos curiosos que se asoman a ver que ha ocurrido.
Es difícil de ver a simple vista, porque tan solo asoma un trozo del silenciador y un pequeño hueco para apuntar con la mira óptica. El asesino coloca ahora un disparador a distancia y conecta el sistema de radiocontrol temporizado. El rifle está apuntando a una señal de advertencia con fondo amarillo reflectante de tránsito de niños cerca del paso de cebra y justo en el mástil de la señal dónde hay un círculo rojo.
El francotirador oprime un mando a distancia que acciona dos retardadores y baja a la calle. Se coloca delante de la marca roja y, es entonces cuando el rifle se dispara y la bala acierta en medio de la cabeza del francotirador. Un minuto más tarde explosionar la bomba retardada y todo el piso vuela por los aires…
Las pruebas del suicida asesino, simplemente, se han borrado…