EL INTERROGATORIO
Adela Botella Mora | Adela Botella

Melanie llega tarde a la comisaría, agotada. Ha estado buscando en casa, y además ha perdido el autobús. Mientras espera en el despacho, apoya la cabeza sobre el brazo clavado firmemente sobre la mesa, protegida entre montañas de informes y carpetas. Entra el comisario. Se le ve serio. Demasiados casos por resolver. Melanie se levanta.
-¿ Hace cuánto trabajas como cuidadora en esa casa? -pregunta mientras con un gesto le indica que se siente.
-Más de dos años- contesta Melanie.
– ¿ De dónde eres?
– De Ecuador.
– ¿ Tienes familia aquí?
-No, llevo esperando todo este tiempo la autorización del Ministerio para traer a mi hijo. Sólo tiene siete años. El señor me ha dicho que puede vivir con nosotros.
– ¿ No se retrasa demasiado ese permiso? Pregunta el comisario extrañado. Mucho tiempo, parece.
-Sí, yo también lo pienso. Pero él es el que se encarga. Conoce mucha gente.
– ¿ Consideras que tu sueldo es justo?
– Teniendo en cuenta el trabajo, probablemente no.
– Y el señor. ¿ Es amable contigo?
– A ratos- responde.
El comisario levanta los ojos y la mira. Entonces observa extrañado como se tapa continuamente el escote. La mira y ve que es demasiado joven.
– ¿ Y con la familia- continúa el comisario- ¿cómo es el trato?
-Casi no los veo.
– ¿ Pero te tratan bien?
– A veces. Ellos exigen más.
– ¿ Respetan tus días libres?
– Sí, aunque a menudo el señor se indispone, y me tengo que quedar.
– ¿ Le aprecias?
– Le respeto- contesta ella.
– Explica eso.
– En mis circunstancias, los afectos no existen.
– Debo decirte que tenemos sospechas de que fue empujado violentamente por las escaleras. El recorrido del impacto, y la forma de caer y de morir lo demuestran.
– Pero ¿ quién le haría una cosa así a un anciano? -pregunta Melanie espantada.
Se da cuenta de que le sudan las manos-. ¿ Soy sospechosa?
– Todos son sospechosos.
Melanie solloza. Él le pasa la mano por la espalda. Ella se sobrecoge. El comisario advierte ese gesto extraño de temor. Se da cuenta.
– Hemos confirmado tu coartada. Parece ser que no estabas a la hora del suceso. Lo ha corroborado el dueño de la tienda.
– Había bajado a comprar -dice Melanie- No me crucé con nadie.
– ¿ No era demasiado pronto para salir?
– Teníamos hora después con el médico.
Melanie sólo piensa en llegar a casa. Debe seguir buscando los papeles que el señor ha recibido hace más de un año- En ellos le conceden la reagrupación familiar. Ha indagado. Él no ha dicho nada.
El comisario la mira y ella baja los ojos con temor. Él se quita las gafas, se restriega los ojos y después de un largo silencio dice;
-Esto es todo por el momento. Puedes marcharte.
Cuando la ve salir, oye la voz afligida de Melanie;
-Pero, ¿ quién se atrevería a hacer una cosa así a un anciano?