El juego de la mente
Sergio García Ávila | Sergio Gavila

El detective Michael Collins estaba a cargo de investigar la extraña desaparición de una mujer llamada Karen. Todo parecía indicar que había sido secuestrada, pero la única pista que tenían era una nota dejada en la puerta de su casa que decía: «No intentes buscarme, soy libre».

Collins había trabajado en muchos casos de secuestro antes, pero este en particular lo estaba afectando más de lo normal. No podía dejar de pensar en la mujer desaparecida y en la nota. ¿Qué significaba eso de «soy libre»? ¿Quién había dejado esa nota?

Una noche, Collins recibió una llamada anónima que lo llevó a una pequeña tienda abandonada en las afueras de la ciudad. Cuando llegó, encontró una habitación en la parte trasera de la tienda, en la que se encontraba una mujer atada a una silla. Era Karen.

Collins liberó a Karen y la llevó de vuelta a la comisaría. Allí, la mujer contó su historia: había sido secuestrada por un hombre que se hacía llamar «El libertador». Él le había dicho que la había salvado de su vida vacía y miserable, y que ella ahora era libre de vivir la vida que siempre había querido.

Pero para Karen, la libertad que le ofrecía su secuestrador era una prisión. La había mantenido en una habitación oscura y solitaria durante semanas, hablándole constantemente de lo feliz que sería si se quedaba con él. Finalmente, logró escapar por un descuido del secuestrador y corrió hacia la única pista que tenía: la nota dejada en su puerta.

Collins estaba conmovido por la historia de Karen, pero su trabajo no había terminado aún. Ahora tenía que encontrar al secuestrador y ponerlo tras las rejas. Con la ayuda de Karen, pudo identificar al hombre y rastrearlo hasta su escondite en las montañas.

Cuando lo encontró, el secuestrador se negó a rendirse. Era un hombre solitario y amargado, que se había obsesionado con la idea de liberar a la gente de sus vidas infelices. Collins logró convencerlo de que se entregara pacíficamente, pero no antes de que el secuestrador le confesara que él también había sido víctima de un secuestro en el pasado y que, de alguna manera, su propia experiencia había influido en sus acciones.

La historia de Karen y el secuestrador afectó profundamente a Collins. Se dio cuenta de que nunca sabía realmente lo que pasaba en la mente de las personas, y que a veces las personas más solitarias podían ser las más peligrosas. A partir de ese día, Collins decidió que siempre se tomaría el tiempo para tratar de entender la psicología detrás de los crímenes que investigaba.