¿Debía esperar refuerzos? La agente Katka Zakarov sabía la respuesta, pero la víctima no podía esperar. Atravesó con determinación las dos habitaciones de la fábrica abandonada hasta ver la corpulenta figura del agresor en la distancia. Aquel monstruo se había convertido en su obsesión en los últimos meses, pero todo acabaría entre ellos dos esa misma noche.
Caminó sin hacer ruido hacia una columna de hormigón y luego hasta una estantería desvencijada. Desde allí podía oír los frágiles lamentos de la mujer y los alaridos que emitía aquella bestia en cada embestida. Oteó su alrededor en busca de un objeto con el que hacer frente al agresor y divisó a pocos metros de ella un trozo de gavilla de hierro. Empujada por la ira que le producían los alaridos del agresor, abandonó su escondite y se dirigió hacia él gavilla en mano. Visto de cerca le pareció imponente, todo un titán. Bajo sus enormes pies se encontraba el bolso revuelto de la mujer y una falda rasgada. Katka agarró la gavilla con ambas manos y golpeó con todas sus fuerzas el cráneo desnudo del hombre, quien apenas se inmutó. La hercúlea figura se giró lentamente hacia ella dedicándole una siniestra sonrisa. «Por fin nos vemos, agente Zakarov», susurró con voz áspera. El sonido del hierro cortó el aire por segunda vez antes de golpear con violencia en el pómulo y la mandíbula del imponente agresor, pero el impacto pareció no hacer mella en él. Antes de poder reaccionar, una mano gigantesca la agarró por el cuello y la levantó del suelo. Trató de levantar el arma de nuevo, pero quedó paralizada al ver cómo los diminutos ojos negros de aquel tipo parecían devorarle el alma con la mirada. Poco a poco, todo se fue oscureciendo a su alrededor mientras el sonido de las sirenas de policía retumbaba en las paredes de la habitación.
“…La policía ha encontrado el cuerpo sin vida de una joven de treinta años en una fábrica abandonada. El cuerpo presentaba diversos traumatismos y síntomas de una brutal agresión sexual. Con la muerte de esta joven, son ya ocho las mujeres asesinadas de esta forma en menos de cinco meses.
Pero el horror de este suceso no acaba ahí. Al parecer, ese mismo individuo entró en la casa de la víctima esta misma noche e intentó agredir a la hija menor, una niña de doce años. Según fuentes policiales, el asaltante cayó desplomado cuando forcejeaba con la pequeña, perdiendo la vida en el acto. El varón, de unos cuarenta años, presentaba un fuerte golpe en un lado de la cara y otro en la parte posterior de la cabeza. La niña aseguró que no había nadie más en la casa. Los agentes investigan la causa de esos golpes, que por fortuna para la pequeña evitaron un mal mayor”.
La agente Zakarov abrió los ojos en la habitación doscientos cuarenta del hospital St. James al oír la noticia; una fugaz sonrisa surcó su rostro.