Nueve de la mañana. Comisaría de Alcobendas. El comisario Lestrove habla con los nuevos agentes sobre uno de sus casos más extraños.
Lestrove: Un coche se precipita fuera de la carretera. Tres fallecidos. Solo sobrevive un niño de dos años. El conductor, de origen rumano y su acompañante ecuatoriana, llevan puesto el cinturón de seguridad y presentan heridas previas al accidente. El tercer fallecido, que salió despedido del vehículo, no lleva encima móvil ni documentación. El ADN dictamina que no hay parentesco entre ellos. ¿Por dónde empezamos?
Agente: Investigando la documentación del rumano y la ecuatoriana.
Lestrove: Ninguno tenía antecedentes penales, pero desde Rumanía nos avisaron de que el hombre podría estar vinculado a mafias relacionadas con el tráfico de seres humanos.
Agente: Yo analizaría los teléfonos móviles. Siempre dejan rastro.
Lestrove: Gracias a la información que encontramos en ellos, descubrimos que la ecuatoriana acababa de ingresar en su cuenta 30.000 euros, que había comprado un billete de avión con destino Quito, y que un número se repetía en su listado de llamadas continuamente.
Agente: ¿De quién era el número?
Lestrove: De la madre del niño. La ecuatoriana se anunciaba como niñera, y la madre del crío la había contratado un par de días mientras ella viajaba por negocios.
Agente: ¿Iban a vender al niño en un país de Europa del Este?
Lestrove: ¡La niñera ya lo había vendido! El rumano era el enlace.
Agente: ¿Y el indocumentado? ¿Dieron alguna información sus huellas?
Lestrove: Su nombre era Jacinto Braña, un pederasta reincidente que se acababa de fugar de un furgón policial aquella misma mañana.
Agente: ¿Lo ayudaron el rumano y la ecuatoriana a escapar?
Lestrove: ¡No! Ni se conocían ni se habían visto nuca.
Agente: ¿Qué hacía entonces Braña en el coche?
Lestrove: El furgón policial en el que llevaban a Braña a los juzgados sufrió un reventón y cayó por el terraplén dejando a los policías inconscientes. Braña escapó y regresó a la carretera. Por puro azar, el coche en el que se llevaban al niño pasaba por allí. Suponemos que Braña simuló estar haciendo dedo o bien les pidió ayuda, y ellos accedieron a llevarlo hasta el pueblo más cercano.
Agente: ¿Fue Braña quien atacó a los otros dos para quedarse con el coche?
Lestrove: ¡Y con el niño! Al que Braña reconoció al instante. Antes de ser detenido había cortejado a su madre durante meses. La mujer pensaba que Braña estaba interesado en ella, cuando al pederasta solo le importaba el pequeño. Creemos que solo llevaban unos kilómetros recorridos cuando en el coche se desató una pelea.
Agente: ¿Cuál fue la chispa?
Lestrove: Seguramente se inició porque a Braña no le gustaron las respuestas que le dieron cuando preguntó por el crío, o porque en la radio avisaban de la fuga de un peligroso delincuente cuya descripción coincidía con la de Braña. Finalmente fue el niño, la víctima, el único que sobrevivió. En nuestro profesión siempre hay que contar con el factor casualidad. Con lo inesperado.