Cuando el notario pudo abrir el sobre ante la familia del difunto es cuando la verdad afloró para sorpresa de muchos.
La familia quería corroborar que en el texto escrito por el padre y esposo el motivo del fallecimiento fue el suicidio. Todo hacía sospecharlo porque su cuerpo se encontró muerto junto a un sobre dirigido al juez. No había rastro de forcejeo, no había sangre, no había disparo ni ahorcamiento. Y el informe forense dio como resultado una toma de propofol en proporción elevada que saldaba todas las sospechas más macabras y las elucubraciones de la familia y amigos.
Además, su vida profesional se vio amenazada en los últimos años por acumulaciones de deudas que ponían en peligro el patrimonio que logró él solo durante muchos años con mucho esfuerzo. Se planteó vender todo para poder pagar lo debido y mantener el estatus y posición de todos ellos.
Su mujer estaba en todo de acuerdo con sus decisiones y lo apoyaba en los pasos que pudiera dar para evitar la prisión, que es lo que a ella más le preocupaba. Le daba igual abandonar una posición económica que sólo le traía distanciamiento y dolor. El dinero a cierta a edad es superfluo.
Su hija no quería ver a su padre así: ausente y olvidadizo. Un hombre fuerte, un apoyo para ella durante toda su vida. Una debilidad para él y un amor incondicional para ella. Sólo quería que todo se saldase y que volvieran a vivir felices sin ataduras económicas ni espejismos sociales que sólo deterioran la convivencia.
El hijo, mano derecha de su padre, y conocedor de la situación, tenía otros planes. Quería remontar esa deuda a base de hipotecas y controlar el negocio para conformar un reajuste que con el tiempo les salvara de la quiebra inminente.
Padre e hijo discutían sobre el modo de hacerlo, porque se enfrentaban la experiencia y la gallardía frente a la juventud y el arrojo juvenil. No se entendían y eso alteraba el ritmo de vida de la casa: discusiones, reuniones, llantos y continuos enfrentamientos lograron llevar al padre a un estado de nervios tal que el psiquiátrica recomendó ansiolíticos y un nuevo cambio de actitud ante la vida. Imposible.
Los acreedores acuciaban. Los bancos asediaban. Su hijo proponía nuevas estrategias que confrontaban con las que proponía el padre. Y madre e hija intentando mediar para que la paz reinase.
Por eso no extrañó, pese al dolor, que un día apareciera en el salón principal a primera hora tirado en el suelo sin rastro de violencia y con una cara serena. Al lado el sobre cerrado,
Ese sobre que leyó el notario donde la víctima se autoinculpaba de su propia muerte.
Tras esa declaración. El propio juez sacó otro sobre que dijo haber encontrado en un bolsillo del pantalón del cadáver y donde se acusaba al hijo de haberle preparado un cóctel extraño que bebió. Le dio tiempo a poner esas letras en un papel.
La policía entró.