El Novato
Javier Poveda | JP Muñoz

El viejo detective abre la puerta de la azotea y la mantiene abierta para que le siga el novato. Ambos se acercan al borde de la terraza desde donde se vislumbra todo el barrio. En el cielo, el sol se esconde dejando un precioso atardecer naranja en esa fría tarde. Ignorándolo, ambos observan las calles más abajo.
—Y aquí lo tienes, novato, bienvenido a Usera. Todo lo que abarcan tus ojos —dice el policía con una sonrisa de pesadumbre—, es el territorio en el que tendrás que bregarte en los próximos años.
—La verdad es que impresiona, Inspector Bonilla.
—¡No me hables con formalidades, novato! ¡Podría ser tu abuelo! Aún quedan meses para mi jubilación y un trabajo importante por hacer.
El novato no se atreve a preguntar . Es su primer día en la comisaría y no quiere parecer estúpido.
—¿Ves esa señora que está en el quiosco guardando los periódicos ? -prosigue el detective-. Es Dolores, la quiosquera. La prensa apenas se lee ya y las chucherías no dan casi ganancia, así que complementa sus ingresos vendiendo algo de hierba. Lo sabe todo el barrio, pero no la enchironamos porque nos cuenta lo que se cuece en las calles. ¿Y esa de allí que anda como una borracha? Es ‘La Piojos’, una yonqui que no tiene donde caerse muerta, pasó rápido de las pastillas a la farlopa, y luego al caballo. Casi todos hacen ese camino ya que la heroína es la forma más barata de “viajar”. Allí puedes ver a ‘Mustafá’. Es el dueño del locutorio y trapichea con móviles robados. Entiéndeme, no todos los del barrio son delincuentes, pero te he subido hasta aquí para enseñarte la fauna a la que nos enfrentamos.
El novato asiente mientras sus ojos van escaneando a las personas que caminan por las calles. No hay apenas gente exponiéndose al intenso frío del invierno. Aún así, el novato se desabrocha un botón del abrigo y vuelve a meter las manos heladas en los bolsillos. Su vista se detiene sobre dos jóvenes grandes que caminan por la calle con aires de ser los dueños del barrio.
—Veo que ya has visto a ‘Huesos’ y a ‘Yoyas’. Son hombres de ‘El Tolo’, el mayor hijo de puta de por aquí. Llevo años detrás de él y muy pronto le pillaré con las manos en la masa. Entonces, novato, ya me podré retirar tranquilo e irme a ver obras. ¡Ese cabrón caerá, eso te lo aseguro!
No muy lejos, desde un edificio más alto, ‘El Tolo’ y un sicario observan con atención a ambos policías.
—Mira al cabrón del Bonilla con su nuevo becario. ¡Si supiese lo que le espera! —masculla sonriendo.
Sobre la azotea, el poli novato siente un gélido escalofrío y saca las manos de los bolsillos para desenfundar la pistola apuntando a la cabeza del viejo detective.
—’El Tolo’ te manda saludos—susurra.