El otro lado de la ciencia
Miguel Ángel Torregrosa Parra | Mike

—Lo siento Joseph, los Cuchillos son más eficaces a corta distancia, tira el arma, ¡ahora!
—¿Te has vendido a ellos? Pensé que ibas por libre.
—Intereses Joseph, eres guapo, pero me gusta más el dinero, tira el arma o pon fin a tu historia.
—¿Me has mentido todo este tiempo? ¿todo por esta muestra? ¿tienes idea del mal que ha provocado este virus y lo que anda suelto por ahí?
—Sí, tuve un pequeño encontronazo con esa cosa. No me lo pongas más difícil Joseph, no quiero matarte, sólo quiero la muestra, tira tu arma, entrégame la muestra y me iré.
—Eloise, deberías vigilar más tus espaldas, no eres tan hábil, tira el cuchillo o te cosemos a tiros.
—Reconozco que me has sorprendido Alicia, pero creo que no estáis en posición, además mi cuchillo sigue deslizándose sobre el cuello de tu hermano, sólo un poquito más fuerte y se acabó.
— ¿Qué…? —Se preguntó Alicia mirando alrededor. Subiendo un brazo y cerrando el puño ordenaba a su unidad que estuviesen alerta.
Segundos más tarde decenas de soldados vestidos con uniforme militar, de color rojo, y, encapuchados, entraron en escena, entonces alguien habló, alguien con un acento Ruso, pero con dominio del castellano, dirigió unas palabras hacía los policías españoles allí presentes, la única unidad del mundo que más lejos había llegado desde que ocurrió la enorme tragedia…
—Esa voz…no puede ser cierto.
—Buenas noches mis queridos amigos, siento deciros que entrar en territorios ajenos os deja en desventaja, ahora mirad a mis hombres, ¡vamos¡ mirad alrededor, ¿cuantos habrá aquí? ¿cientos, miles?
—¡Oh…no es posible! Es Irvine. —Se lamentó Alicia ordenado a todos sus hombres que tirasen las armas, allí ya no había victoria alguna, sólo rendición…

La policía había entrado en un laboratorio secreto, bajo suelo, a las afueras de Rusia, habían investigado a Eloise tiempo atrás, desde el momento en que se interesó por Joseph, un joven que dedicaba su vida a estudiar casos que nadie había logrado cerrar. Eloise había estado interesada en sacarle información sobre unas muestras experimentales que el científico, Reynald, había estado estudiando durante toda su vida, y cuyas prácticas llevó a cabo en humanos a los que capturaba, obteniendo a veces resultados de lo más aterradores, aunque para él suponían enormes avances. Eloise había traicionado a Joseph, pero la unidad especial que seguía el caso había logrado llegar hasta ahí en el momento más oportuno, sin embargo Eloise no estaba sola, tenía la protección de un tal Irvine, quien apareció en escena.
Eloise cogió la muestra del bolsillo de Joseph y se dirigió hacia el centro de la sala donde se encontró con Irvine, un hombre que había matado a decenas y cientos de hombres el sólo, experto en el manejo de armas a distancia y de explosivos.
—Irvine, teneis que parar esto, esa cosa va a matar a media humanidad si no lo destruimos antes.
—Esa cosa es fruto de la investigación de Reynald, mi padre, la idea es su expansión, serán mis mascotas.
—Jamás podrás controlar a esos monstruos Irvine.
—¡Cállate y escucha joder! ¡Aquí mando yo!
—Pum…