Tian era un detective novato en el cuerpo de policía de China. Se encontraba en la calle, volviendo a casa, tras un larguísimo día.
De repente, Tian, reparó en un hombre que vestía con ropajes largos que ocultaban su piel, vestimenta nada habitual con la ola de calor que estaban sufriendo. Tian pensó que esta era su oportunidad para un ascenso, demostrar su valía atrapando a alguien peligroso, con lo que decidió seguir sus movimientos e intentar pillarlo con las manos en la masa, ya que sin pruebas la pifia podría ser monumental, por lo que fue tras él por cada callejón.
El hombre seguido se mostraba bastante inquieto y llevaba un paquete entre sus manos; una caja de cartón pequeña y precintada. Miraba continuamente a su alrededor para asegurarse de que nadie le seguía.
Tras varios kilómetros recorridos, el sospechoso llegó a un contenedor de basura donde introdujo el paquete. Tian, sorprendido, pues pensaba que el paquete iba a ser entregado a otra persona en mano, se quedó paralizado, con la duda de si arrestar a éste que acababa de soltar el paquete o si esperar y arrestar al que viniera a recogerlo.
Tras unos segundos decidió que era mejor la última opción.
Los segundos parecían minutos. Las horas interminables. Tian procuraba no apagar su mente pues sabía que en cualquier momento podría dormirse debido al cúmulo de horas que llevaba sin descansar.
Amaneció. El sol empezó a asomarse por el horizonte cuando llegó el camión de la basura. Tian, muy desconcertado, no entendía por qué ese paquete no había sido recogido por nadie. ¿Acaso se había quedado dormido sin darse cuenta? El camión se aproximó al contenedor, momento en el que Tian no pudo controlar el impulso de ir corriendo hacia el mismo al grito de «¡No lo hagan, ahí hay material para un caso de investigación!». El camión paró y Tian, con ansias, abrió el contenedor y vio allí el paquete. Con más curiosidad que sentido del deber, decidió que era ahora o nunca el momento de abrir esta caja. Rompió la cinta que cerraba la caja, decidió que abrirla y ver su contenido antes de sacar aquello del contenedor era lo más inteligente.
Era un bebé. Tian, con sudores fríos recorriéndole la espalda, lo examinó y se dio cuenta de que era una niña. Sus sollozos roncos no hacían más que confirmar el calvario que llevaba sufriendo estas horas.
-¿Encuentra lo que busca, agente? – Preguntó el basurero.
La deshonra de parir una hembra era insoportable. Tian no podía acusar la acción que hizo el sospechoso que estuvo siguiendo aquella noche, pues él, en el pasado, había hecho lo mismo.
Cerró la caja como pudo y miró al basurero que le hizo la pregunta, mientras los sollozos del bebé se confundían con el ruido del motor del camión.
-Si, pueden llevarse la basura, lo que andábamos buscando no está aquí.