EL RESARCIMIENTO
Había algo dentro de él que le decía que era ella. Mientras subía las escaleras del edificio las piernas le temblaban y el sudor en la frente delataba su estado de ansiedad. Cuando llegó a la tercera planta y vio la segunda puerta del pasillo izquierdo abierta le entraron ganas de correr hacia el interior pero tuvo que contenerse. Su respiración estaba acelerada y aquel pasillo pareció alargarse infinitamente.
-Señor Ortega, se trata de una mujer de treinta y siete años. Ha sido hallada por su marido cuando volvió de trabajar. Todo apunta a que ha sido un robo- le informó aquel muchacho que debía de estar de prácticas por su corta edad- Los de la científica están llegando.
El corazón le latía descompensadamente. Desde la puerta podía ver las piernas firmes y delgadas sobre el suelo, con uno de los zapatos de tacón fuera de sus finos pies. Asintió como respuesta a la información que le seguían comentando a pesar de no estar procesandola.
-…el marido está en la cocina, aún parece estar en shock…
Sus miradas se cruzaron por unos instantes mientras él avanzaba hacia el cuerpo ya sin vida de ella.
Ella, con quien había compartido tantos momentos de pasión y complicidad. Ella, quien había llegado apenas hacía un año a su vida para revolucionar todo el amor conocido hasta entonces.
-…encontró la puerta abierta y la casa desordenada. Intentó reanimarla pero fue inútil.Creemos que no esperaban encontrarla aquí cuando llegaron a robar y lo que en un principio debía ser un robo simple acabó complicándose.
Fernando tembló hasta casi tocar el suelo, donde se arrodilló al lado del cuerpo sin vida. Apretaba los dientes con fuerza, el cuello lo tenía tenso y en la sien parecía a punto de explotarle. Algo no encajaba en todo aquello. La casa estaba desbalijada de una forma demasiado ordenada. La lámpara sobre el suelo pero nada roto. Un cajón abierto, un cuadro en el suelo sin ningún lado abollado, el jarrón de la mesa volcado y el agua derramándose sobre el suelo…
Se atrevió a retirar el cabello del rostro. Lucía… susurró para sus adentros. Algo le decía que no era lo que parecía pero no sabía el qué. Se giró al notar una presencia detrás. Era el marido, que le observaba de pie con las pupilas dilatadas y una sonrisa estremecedora. Entonces Fernando comprendió. ¡Había sido él! Fue entonces cuando vio bajo la mesa la tarjeta que semanas atrás le había entregado a Lucía junto con una pulsera, donde ponía únicamente Te quiero.
-¡Deténganle!- chilló mientras le señalaba- ¡Deténganle ha sido él!- la rabia salió descontrolada.
Todos los allí presentes se quedaron paralizados. Tan sólo Félix, su compañero desde que entró en el cuerpo, le hizo caso.
No puso resistencia. No intentó defenderse. Sólo le miraba con aquella sonrisa siniestra repleta del triunfo de la venganza.