El secreto de Raisen III
DANIEL ALEJANDRO BRIEGA SCHITTINO | Alejandro Schittino

La exposición para exhibir el sarcófago de Raisen III en el hotel Le Grand Plaisir había movilizado a la alta sociedad Parisina. El sepulcro, con más de doscientas joyas incrustadas y repartidas por la tapa, significaba el descubrimiento más importante y valioso del siglo XXI, por esa razón, el despliegue de seguridad era impresionante. La antigüedad estaba expuesta en el salón de eventos y durante aquella mañana lo visitaron periodistas, cadenas de televisión y autoridades destacadas.
A las catorce horas se celebró un gran banquete en el restaurante del hotel, mientras el lugar donde se exhibía la reliquia egipcia permanecía cerrado y altamente vigilado hasta su nueva apertura a las dieciséis horas.
La inspectora Maurice, experta en robos de arte, recibió el aviso de que semejante mole había desaparecido literalmente, cuando todos se deleitaban con el festín.
Se acercó y estudió minuciosamente la impresionante sala, la cual únicamente tenía un acceso que había sido custodiado en todo momento por ocho guardas de seguridad. Las autoridades egipcias exigieron la ausencia de vigilancia física dentro de la sala y el uso de videocámaras con el fin de preservar los secretos que guardaban los jeroglíficos de la reliquia.
Nadie había entrado ni salido del salón durante el tiempo que duró el banquete, ni escuchado ningún ruido, pero de alguna insólita manera, la tumba había desaparecido. Maurice ordenó retener a todo el mundo en el hotel mientras estudiaban planos, obtenían huellas y realizaban interrogatorios.
—Señor Dubois, por lo visto, el salón fue previamente reformado a la exposición.
—Así es, inspectora—respondió el director —. Se pintó, se decoró y también se instaló ese enorme mural en el fondo con fotografías del lugar donde se halló la tumba. No entendemos semejante desaparición.
—¿Cómo trajeron hasta aquí el sarcófago?
—Una vez descargado, unas plataformas rodantes robotizadas lo transportaron hasta el centro de la sala.
—¿Nadie entró durante el almuerzo? ¿Ni siquiera el personal de limpieza?
—No, para acondicionar la siguiente visita, se utilizan robots de limpieza autónomos: barren, friegan el mármol y después regresan a las bases de carga escondidas tras ese mostrador.
Maurice pidió quedarse sola en el salón, necesitaba concentrarse y estudiar el caso. Recorrió la estancia, examinó minuciosamente suelo y paredes, se deleitó con el gran mural que mostraba fotos de la pirámide de Raisen III y finalmente, ordenó detener y registrar al director del hotel.
Las autoridades egipcias no entendían nada, había un detenido, ¿pero dónde estaba el sarcófago? Maurice accionó un mando a distancia que encontraron en los bolsillos de Dubois, el mural del fondo se abrió igual que una puerta de un garaje y las plataformas robotizadas que soportaban la tumba volvieron a dejarla en su lugar.
—En las reformas previas, construyeron una pared falsa con el mural abatible, este mando acciona el sistema y los robots de limpieza borraron el rastro que dejaron las ruedas durante el desplazamiento. El director es un ludópata que pretendía vender las joyas en el mercado negro.
Maurice se marchó satisfecha y con una pequeña esmeralda en el bolsillo, que había cogido cuando se quedó sola.