El secreto del líquido rojo
Miguel Martínez Sol | Migueliner

Desperté en medio de la noche, en la oscuridad de una habitación desconocida, una sensación de frío recorría todo mi cuerpo. No recordaba cómo había llegado allí, ¿dónde estaba?.

De repente, una voz fría y amenazante me sobresaltó «No te muevas». Me quedé helado, sin saber qué hacer, ¿quién era?.

La voz se hizo más clara y cercana, «Ven conmigo». El pánico y la angustia me invadieron de inmediato, ¿qué quería de mí?.

Comencé a seguir a la figura, y después de caminar por pasillos oscuros, llegamos a una habitación iluminada por una gran vela en el centro, se acercó, me miró fijamente a los ojos «Inspector, te he traído aquí porque necesito que encuentres a mi hermano. Desapareció sin dejar rastro y desde que comencé a investigar su paradero, he recibido amenazas”. Me entregó una foto de dos hombres idénticos, “Se llama Javier y es mi hermano gemelo”, y un sobre con información detallada sobre las últimas actividades de su hermano antes de su desaparición. Decidí comenzar mi investigación en el lugar donde Javier fue visto por última vez.

Al llegar al lugar, un hombre con aspecto sospechoso se acercó a mí. «¿Buscas a Javier?» me preguntó en voz baja. «Sí», le respondí emocionado con esperanza. «Tal vez pueda ayudarte», dijo el hombre, mirándome con recelo.

Y de repente un disparo le alcanzó, quedándome solo delante un cuerpo en el suelo. El sonido del disparo resonó en mis oídos, seguido de un silencio sepulcral. El hombre yacía en el suelo con una mancha de sangre que se extendía por su camisa. Me acerqué y comprobé que estaba muerto. Revisé sus bolsillos y encontré una nota con una dirección y una hora. Era un lugar apartado de la ciudad, y la hora indicaba que debía ir de inmediato. Decidí seguir el rastro y averiguar qué había allí.

Llegué al lugar indicado, una nave vieja y abandonada. Observé que una de las ventanas estaba rota y cuando me acerqué, me quedé sin aliento, una especie de laboratorio clandestino se hallaba frente a mi. En el centro de la habitación reconocí a Javier atado a una camilla. En el fondo, una silueta moviéndose.

Mi corazón latía con fuerza, consciente de que debía actuar rápidamente. Entré, me oculté tras una estantería y observé cómo la silueta, un hombre con bata blanca, extraía un líquido rojo de un recipiente.

Esperé a que el científico se alejara y me acerqué a la camilla donde estaba atado Javier. Lo desaté y con señas le marque la ubicación de la ventana abierta. Una vez a salvo me contó que detrás de todo esto, había una organización dedicada a extraer el líquido de la médula espinal de las personas gemelas para desarrollar una potente medicina que solo podía ser creada con esa sustancia.

Como una semilla que germina en un terreno fértil, la verdad tomó raíz y floreció, dando como resultado el cierre de este caso. Nuestra investigación permitió desmantelar la organización criminal.