Juana quería gritar pero de su garganta apenas salía un hilillo de voz.
Buscó a su hija Marta y acertó a decir que su hermano estaba secuestrado.
Marta fue con su madre en busca de Alex.
Antes de salir, llamaron al timbre de sus vecinos Ana y Miguel.
Juana sacó unas llaves de su bolso y abrió la puerta.
Efectivamente no había nadie en la casa, estaba limpia pero olía a comida.
-¡Se han ido de picnic! Pensó Juana.
Recorrieron unos kilómetros con el coche, dejando atrás la ciudad y subieron un puerto con cerradas y peligrosas curvas hasta llegar a un raso en lo alto del puerto.
Juana tenia un presentimiento.
Allí no había nadie.
Madre e hija quedaron en silencio.
-¡Vamos, dijo Juana, tengo una idea!
Volvieron al coche y esta vez llegaron a un pequeño pueblo abandonado, de ahí Juana giró el coche para adentrarse por una pista de arena.
En lo alto del monte se veía la silueta de una ermita y a su lado una cabaña.
Pararon el coche para no hacer ruido.
-¡Subiremos andando para que no nos oigan!
Oyeron la voz de Alex y Marta gritó :Es Alex!
-Chssss, nos van a oír! Dijo Juana .
Alex escuchó el grito de su hermana y corrió ladera abajo alegrándose de ver a su familia.
-¿Os han invitado a la cabaña?preguntó con su infantil inocencia.
-¡Claro!Respondió su madre.
Mientras Alex y Marta inspeccionaban la cabaña Juana se dirigió a Miguel y Ana.
-¿ Cómo se os ocurre llevaros a mi hijo sin permiso?
-¿Sabéis que susto me he llevado?
Ana no se inmutó, su mirada parecía ausente.
A Miguel le brillaron los ojos y no pudo evitar derramar unas lágrimas.
-¡Ya sabes como está mi adorada esposa, no quiero que sufra, es tan feliz con el niño!
-¡Volvamos a casa, niños!
Y para celebrar que todo ha salido bien comeremos en un restaurante!
Después de comer, mientras los hermanos jugaban, Juana se sentó en una butaca del restaurante y pensó en lo sucedido.
-¡Oh, mi niño ha desaparecido, lo han secuestrado!
-¡No sé que hacer! ¡Socorro!
Juana estaba agitada, nerviosa, gesticulaba sin parar.
Marta y Alex al oirla, se miraron extrañados.
Marta, la despertó suavemente.
-¡Mamá, que te pasa, despierta, estás soñando!
Juana abrió sus ojos poco a poco y vio a Alex a su lado.
-¿Estas aquí, hijo mío?
-¿Dónde quieres que esté? Dijo este sonriendo.
-¡Qué pesadilla más horrible!
Y Juana se levantó feliz de la siesta.