El señor Bubbles no merecía morir. Pobre señor Bubbles, con su sonrisa grapada en la boca, con su mirada de vidrio, con su amabilidad constante y que nunca daba un no por respuesta. Era como un pequeño buda occidental, no tan gordo ni tan calvo, pero igual de risueño. Tan diferente a mí, que vendo muy caras mis sonrisas, lo sé, pero, en fin, cada uno es como es. Y a pesar de la frialdad que me caracteriza, me ha hervido la sangre cuando he visto su cabeza separada del cuerpo y sus entrañas desparramadas por el suelo. Aun así, lo que más me ha llamado la atención de la escena del crimen es que la muerte le ha congelado una mueca que recuerda a una sonrisa. Quiero pensar que el señor Bubbles ha mantenido su buen carácter después de la vida, es como si desde el más allá quisiera decirnos “no os preocupéis, estoy bien”.
Cuando Lucía encontró el cuerpo, Mario y yo estábamos fuera enzarzados en una discusión un poco infantil. Esa es mi coartada. Evidentemente Mario también es inocente, pero Mario es un inútil. Atesora la inteligencia suficiente para no cagarse encima y a veces ni eso. Por lo tanto, no me ha quedado otra alternativa que tomar las riendas de la situación y ejercer de líder. Y aquí me hallo, con mi silencio, con mi mirada penetrante y con mi ceño fruncido, metiéndome en el disfraz de detective para intentar dar un poco de luz a este suceso.
Revisando minuciosamente el cadáver, me llama la atención que el asesino no usó ninguna herramienta para decapitar a la víctima, parece como si le hubiese arrancado la cabeza con sus propias manos. Esta pista me arrastra a pensar que hay más de una persona implicada en este asesinato. O eso, o el criminal tiene una fuerza sobrehumana, y en esta sala no veo a nadie que responda a esta característica. Voy a descartar a Paola, lleva un buen rato llorando desconsoladamente a moco tendido y no me parece que esté actuando. Ella también quería mucho al señor Bubbles. Por lo tanto, las otras opciones…
—¿Qué ha pasado?
—¡Alguien ha rompido el zeñor babelz!
—¿Y quién ha sido?
—¡No lo zabemoz!
—Bueno niños, seguro que el que lo ha hecho, lo ha hecho sin querer ¿verdad? Hagamos una cosa, vamos a recoger todo este algodón que hay por el suelo, se lo meteremos dentro y le coseremos la cabeza para que podáis volver a jugar con él.
Qué fácil lo pone siempre esta mujer. Me saca de quicio. Sí, bueno, ok, problema arreglado, pero en dos minutos saldremos al patio y el culpable andará suelto… ¿Cuál será su próxima víctima?