EL SUEÑO DE LA RAZÓN PRODUCE MONSTRUOS
Manuel Ramos Herrera | Arensibia

Otra vez he vuelto a soñar con el bar, con un bar en el que creo recordar nunca estuve, y es probable que ni siquiera existiera, y que he colocado ya varias veces en los bajos de un bloque de pisos de mi antiguo barrio donde yo vivía.
Lo que sí es cierto es que el bloque como tal, ya no existe. Fue demolido y ahora es un solar vacío. Allí se encontraba el bar. Un bar restaurante de barrio en el que se sirven comidas y cenas y siempre está a tope de gente de edades variadas.
Una vez dentro del establecimiento, sorprende por sus dimensiones y medidas, ya que desde fuera parece mucho más pequeño. Me encanta la tenue iluminación, el olor a madera vieja que desprenden sus mesas y sillas, y la gran barra que preside el local.
Detrás de esa barra con el trapo de secar los vasos y su uniforme de camarero siempre, eternamente con una media sonrisa, se encuentra al que ya considero mi amigo. Después las horas de más ajetreo cuando el salón se queda casi vacío. En esos momentos es cuando entablamos las trascendentales conversaciones que en mi sueño quedan sin respuesta:
¿Existe dios ?,¿A dónde vamos cuando morimos? ¿Cuál número saldrá premiado en el sorteo de Navidad?
Mi amigo el imaginario camarero, nunca me contesta claro, sólo asiente, sonríe y sigue con su labor de secar y ordenar los vasos y ponerme otra cerveza delante.
Si yo soy el arquitecto de mi sueño, y he podido crear, ese pequeño universo, al igual que aquella famosa película de C. Nolan llamada Origen, en la que se podían introducir en sueños ajenos y modificarlos, pues también podría tener mi personaje una respuesta a mis preguntas.
Y en esos pensamientos estaba yo, cuando otro cliente le pidió un cóctel , para lo cual el susodicho camarero,tuvo que acceder a un arcón congelador dónde él guarda las bolsas de hielo. Al abrir la puerta del congelador pude ver o creí ver, entre los alimentos congelados que allí se acumulaban, una mano humana, y una parte de un rostro. Concretamente el de un vecino del barrio que hacía días que no veía.
Cuando el camarero se giró con la bolsa en la mano, vió que mi asombrada mirada estaba fija en el hueco de aquel arcón, y lo cerró dando un portazo que me sobresaltó aún más de lo que ya estaba.
¿Realmente había visto lo que yo creía haber visto? …nuestras miradas se cruzaron, y él siguió con su tarea de mezclar licores varios y añadir hielo, para complacer el pedido del cliente.
Unos minutos después que parecieron estirarse como horas o días, no está clara esa noción del tiempo, escuché una lejana sirena de coche policial que parecía ir acercándose, o ¿sólo era una alarma, que por fin me sacaba de mi sueño ?…si es que realmente era sólo un sueño.