El último caso del subinspector Reyes
Marc Ferrer Bernaus | monmarc

Solo con abrir un poco una de las puertas de la alacena, el subinspector Reyes percibió ese mal olor al que, pese a los años, nunca había terminado de acostumbrarse. Metió la mano casi sin mirar para palpar a ciegas entre el desorden pero no encontró lo que buscaba.

Nervioso, abrió las dos puertas de par en par y empezó a apartar envoltorios vacíos, paquetes de galletas y cápsulas de café mientras su cabeza le hablaba cada vez más rápido.

“¿Dónde está? ¿Dónde está? ¿Dónde está?”

Hoy era su último día en el cuerpo de policía de Nueva York y su sexto sentido le decía que no podía ser una coincidencia. Después de todo, a los policías los entrenan para no creer en ellas.

“¿Dónde está? ¿Dónde está? ¿Dónde está?”

De repente se detuvo. No podía alterar la escena del crimen ya que sin querer podría estar eliminando pruebas. Entonces otra pregunta resonó en su cabeza.

“¿Quién se lo ha comido?”

El subinspector Reyes sacó rápidamente el cubo de la basura de debajo de la encimera y lo vació encima de la mesa. Sus ojos reconocieron al instante el envoltorio amarillo y la tipografía rechoncha, pero el único rastro que quedaba del donut era glaseado en polvo que había en el fondo de la caja. Y Reyes logró controlar las ganas que tenía de lamerlo.

También vio una cajetilla de tabaco. Sin duda era del sargento Matthews, así que Reyes lamió el glaseado para realizar un proceso forense y determinar si unas manos de fumador le habían arrebatado el último donut. No hubo suerte, pero el azúcar había encendido todavía más su deseo de encontrar al culpable. Nadie se iba a reír de él en su último día en la oficina.

Un poco más lejos, había salido rebotado el pintalabios medio usado de la capitana O’Malley. Reyes estaba decidido a llegar hasta el fondo del asunto, con lo cual cogió de nuevo la caja de los donuts y tomó una segunda muestra lamiendo un poco más de glaseado ¿Cómo había podido dudar de la capitana? Pero sobre todo ¿Cómo de delicioso habría sido ese donut?

Fue entonces, con esa idea en la cabeza, cuando lo recordó todo. La textura que tenía, los tres bocados que tardó en comérselo y lo efímero que fue. Mirándose las manos llenas de glaseado, el subinspector Reyes se dio cuenta de que acababa de cerrar su último caso.