El último paso
José Ramón Villaverde García | José Ramón Villaverde García

Las huellas de las pisadas evidenciaban su final cercano. Pesadas, lentas y como si, únicamente pudieran arrastrarse, acercaron al sicario hacia las lindes de la playa. Apenas sus ojos ya percibían los colores de la vida ni tampoco su nariz el salino aroma proveniente del mar. En su caída, la sangre, en cascada desde varios orificios, chocaba con la arena provocando fluorescentes explosiones.
Las ánimas de su pasado celebraban su paso a esa nueva vida que dicen que comienza tras la muerte. Aquella niña que murió por una de sus balas perdidas le saludaba feliz mientras blandía un cuchillo en la mano, los tres policías que un día le acorralaron, tras un chivatazo, sonreían porque sus días de espera habían terminado y tantas decenas de otros a los que ajustició brindaban felices por el acontecimiento ¡por fin todas aquellas viejas cuentas serían saldadas!
Alguien desde la cercana colina gritó.
– ¡Deténgase!
Apenas escuchó cientos de pasos a la carrera y el bullir de las sirenas de policía. Todas llegaban tarde ya que el más grande de los capos se acercaba a la frontera donde moran los muertos.
Se aprestó a coger con fuerza la empuñadura de su revolver mientras lo amartillaba. Aquí o en el más allá, qué más le daba, no esperaba que ese otro lado le fuera tan ajeno a lo que había sido su existir. Sonrió y sus dientes delataron muerte y horror, poder y arrogancia, salvajismo exento de piedad.
Daba igual el lugar, nunca iba a dejar de presentar batalla por la lucha por el poder.