El único camino
Hermógenes Patón Martínez | Hermógenes

—¡Ya estoy aquí! —Paco entra en la habitación exultante—. ¿Llevas mucho tiempo esperando? —Está claro que la respuesta le importa bien poco.
—Lo prometido es deuda, Antonio. He dicho que iba a ayudarte y vengo a eso. Como te decía, desde que el mundo es mundo esto ha funcionado así: los de arriba eligen la música y ponen a la gente a bailar. Y yo, aunque no he estudiado de un modo convencional como tú, he aprendido más que esa mayoría adocenada que siempre os conformáis y siempre os dejáis engañar. Por eso he decidido ayudarte. Para que ahora me demuestres que por tu familia eres capaz de superar tus miedos. Te voy a dar la oportunidad de salvarlos, Antonio, de darles una vida feliz, sin deudas, sin hipotecas, dedicados a lo único que importa, vivir.
Antonio no sabe cómo interpretar las palabras de Paco. Sabe que siempre esconde algo y que su propuesta no le va a gustar.
—La cuestión es muy sencilla. Yo ayudo a tu familia, saldo vuestras deudas y les ofrezco un futuro sin preocupaciones. ¿Te parece bien?
—Sí, claro.
En ese momento Paco, esbozando una sonrisa, saca una pistola del interior de su chaqueta y la deposita, con gesto firme, sobre la mesa. Antonio empalidece al instante.
—Pero antes tienes que demostrarme que eres capaz de cualquier cosa por ellos. ¿Sabes usar una pistola?—Antonio asiente.—Pues quiero que la cojas y te pegues un tiro aquí, ahora. Tu vida a cambio de la suya. Así, al menos, tu miserable vida tendrá algún sentido.
Paco contempla a un Antonio hundido, derrotado. Esta es su venganza sobre aquellos que lo despreciaron siendo niño por ser un hijo de puta. Para él, Antonio representa todo lo que su madre pretendía que fuese y nunca alcanzó, a todos los que lo consideraron escoria. Por eso se deleita viendo la ruina en que Antonio se ha convertido.
—Una cosa más. Este es el único camino que te queda para salvar a los tuyos. Cualquier otra decisión tendría consecuencias tremendamente desagradables. Así que aprovecha la oportunidad que te brindo.—Paco se encamina hacia la salida deteniéndose ante su matón.—Tony, encárgate de que cumpla su parte.
Antonio apenas puede pensar. Su cabeza ha entrado en una espiral dominada por la rabia, el miedo, la vergüenza. «El único camino, es el único camino…», ser repite una y otra vez. Cuando por fin consigue controlar sus pensamientos, levanta la cabeza y coge la pistola que, obstinada, sigue sobre la mesa. Tony reacciona a los movimientos de Antonio mostrándose alerta y ávido por contemplar lo inevitable.
Antonio toma el arma suavemente entre sus manos. La atrae lentamente hacia sí mismo, la apoya con firmeza bajo el mentón y cierra los ojos.
Tony, expectante por ver cómo se revienta la tapa de los sesos, no es capaz de reaccionar cuando Antonio aparta el arma de su barbilla y le descerraja dos, tres, cuatro tiros. Tan solo puede abrir los ojos como platos, incrédulo, muerto.