Era ya bien entrada la noche, cuando Tommy apareció en el callejón.
Le quedaba poco para llegar a casa, pero decidió demorarse y disfrutar de un momento nocturno.
El edificio en el que vivía daba por delante a una calle bastante principal muy transitada, y por detrás a esta callejuela tranquila y oscura. Como la vía contigua era en pendiente, en esta parte del edificio las ventanas quedaban más bajas, y en concreto los bajos, a ras del suelo, así que en ocasiones, si había suerte de pillar una cortina entreabierta, podía verse cuánto sucedía dentro.
Las luces tenues de las farolas alumbraban las puertas traseras del edificio, por las cuales los vecinos sacaban basura y trastos.
Reparó en un pequeño cajón de madera y se sentó en el.
Ensimismado estaba cuando oye un ruido en una de las ventanas cercanas.
Se aproxima al lugar de donde proviene el sonido, agudiza la vista. El visillo permite ver el interior.
Una hermosa joven vestida de forma elegante está apoyada contra un mueble. Habla con alguien. Tiene un gesto serio. Frente a ella un hombre al que Tommy no logra ver bien. Discuten, aunque no se oye lo que dicen. Gesticulan. Un cigarrillo cae al suelo. Algo brilla en la mano del hombre.
Un grito ahogado y la chica se lleva la mano al cuello. El espanto se hace visible en sus ojos abiertos en una mueca grotesca. Él se abalanza sobre ella y se puede ver una serie de movimientos rápidos. Ella cae. Un charco empieza a abrirse paso por debajo del cuerpo llenando de líquido rojo el piso.
El hombre se ausenta para luego regresar con un bulto. Es un cobertor. Envuelve el cuerpo de la chica, hasta que desparece dentro.
Tommy no puede apartar la vista de la escena, hasta que en uno de los movimientos descubre la identidad del ejecutor. Lo conoce. Trabaja en el bloque. Pero el hombre no le ha visto.
Todo transcurre como en una película de cine mudo, donde Tommy es el único espectador.
El hombre con el bulto al hombro desaparece de la escena.
Pasados unos minutos aparece en el callejón, se dirige a uno de los cubos de basura y deja caer el cuerpo dentro. Regresa a una de las puertas traseras, se apoya en la barandilla y enciende un cigarro.
Unos pasos conocidos se oyen acercarse hacia el callejón. Es Anne.
Ella saluda amigablemente al asesino. Este responde con un ademán y una media sonrisa.
– ¡Tommy! – exclama.
– ¿Dónde te habías metido? – Le hace un gesto de que la siga.
Tommy la mira y juntos se dirigen a casa.
No tiene hambre, apenas prueba bocado. El cansancio le puede.
Sólo piensa en dormir. Se tumba junto a Anne.
Abajo se oye un grito desgarrador. Alguien ha encontrado un cadáver.
Tommy mira amorosamente a Anne. Ella lo acaricia y él se pone a ronronear hasta que se queda profundamente dormido.
Afuera llueve.
Se oyen las sirenas de la policía.