Comienza otra larga jornada de servicio en esta infesta y podrida urbe.
No puedo quejarme porque en definitiva yo “elegí” este trabajo, y digo “elegí” porque en realidad terminé trabajando de detective después de descubrir mi don, si es que se le puede llamar así, pues la híper-empatía para mí es más una maldición que un don.
Termino mi café con sal y me dispongo a salir cuando el viejo teléfono del salón rompe el silencio.
Me llaman de la oficina para informarme de la aparición de un cadáver en la calle Baskerville.
Me dirijo al lugar de los hechos después de poner un mensaje a mi ayudante y amigo Chandler Burton.
Recordando el estado con el que se marchó ayer y conociendo su legendaria
“puntualidad” no lo esperaré pronto.
Yo aún tengo lagunas, esa nueva bebida hizo estragos en nosotros.
Cruzo la línea policial mientras el agente Quentin separa las vallas.
– El señor Jack Jarrell acaba de llegar, abran paso – dice con tono burlesco.
– Déjate de bromas imbécil – sentencio tajante.
Me agacho para examinar el cadáver cuando mi rodilla roza su muslo, de repente una imagen fulgurante atraviesa mi cerebro.
Juraría que son girasoles, haciendo las veces de ojos incrustados en una calavera.
Por ahora no tiene mucho sentido, pero lo tendrá.
La farola que siempre parpadea iluminando de manera estroboscópica el viejo callejón hoy no luce.
Por fin aparece mi ayudante, con sus pintas de hípster.
Me pide disculpas por dejarme en el bar ayer noche, pero tuvo que irse urgentemente
– Diarrea – dice entre susurros.
En ese momento su abrigo semiabrochado deja ver una imagen familiar, se trata de la calavera
que apareció en mi mente.
Sobrecogido empiezo a atar cabos y todo me lleva a que él es el asesino.
Ordeno a varios agentes que lo detengan mientras él se resiste. En uno de sus movimientos golpea una farola haciendo que se apague a la vez que logra cogerme del antebrazo.
En ese momento un flasback atraviesa mi cabeza, veo a mi compañero marchándose anoche.
Antes de salir del club chocó con un tipo que le manchó su jersey y tuvo que quitárselo quedándose con la camisa de debajo.
El tipo iba pasado y no contento con verterle la copa encima tenia ganas de más. Yo lo sujeté y mi ayudante siguió su camino sin percatarse de la escena. Entonces fijó su objetivo en mi, no
tuve más remedio que sacarlo por la puerta de atrás hasta el callejón, donde de un empujón lo lance contra una farola, golpeándose en la nuca.
El tipo grabó en su retina los dibujos de la camisa de Chandler porque era lo más impactante que su retina vio antes de morir.
Después de saber esto se me plantea el siguiente dilema interno. Callarme y seguir en libertad dejando que la empatía que siento por mi compañero me corroa por dentro o decir la verdad y
cumplir mi condena. Me quedo observando cómo se marcha el coche patrulla con Chandler
dentro, saco mi móvil del bolsillo …