EN UN MERCADO EN VIENA
Vicente Ráfales Riera | drvira

Corría el año 1909. Siendo Max un ilusionista joven, catorce años, pero con un bagaje limitado en experiencia, pero ya bastante profundo por su corta edad, gracias a haber vivido el Arte de la Magia desde su nacimiento, siendo sus juegos infantiles hacer desaparecer pelotitas debajo de cubiletes.
Su visión del entorno destacaba por su agudeza, con reacciones ingénitas de adelantarse a los hechos por ocurrir.
Este es el caso que nos lleva a explicar ahora.
Estando con su madre, en un mercado de viandas frescas, verduras, carnes, pescados, en la plaza Naschmarkt de Viena, observó un par de señoras, que mientras una de ellas se inclinaba sobre el puesto de frutas hablando con la dueña, la otra, de espaldas a ella, pasaba la mano por debajo del delantal de la primera. Iba pasando manzanas a un cesto que mantenían debajo del puesto.
Max sonrió ante el descarado robo, viendo la artimaña de despiste que empleaban las ladronas y a unos policías, un poco alejados, que mirando los hechos, les dejaban hacer, esperando el momento de intervenir. Todo le resultaba a Max muy interesante y se encontraba con la suerte de presenciar una detención policial.
Pero enseguida, tirando con fuerza de la manga de su madre, la advirtió de que se alejaran rápidamente del sector donde se encontraban.
Esta reacción de Max la motivó la observancia a la vez, de un caballero, con una chaqueta larga, cubierto con una chistera, viéndose saliendo del chaleco una cadena dorada, repujada vistosamente de un reloj. El caballero, hablando con un tendero de carnes, se encontraba situado a unos metros alejados del puesto de frutas de espaldas a él.
A partir de aquí, todo ocurrió rápidamente. Los dos policías que estaban vigilando a las descuideras, se acercaron velozmente a las ladronas, uno cogiendo la mano que se encontraba oculta por el delantal, el segundo, sujetando por los hombros a la otra.
Ambas mujeres se agitaron e intentaron zafarse de las presas a las que las sometían, profiriendo manotazos y gritos tapados por las voces de los policías y del tendero del puesto de frutas, que también vociferaba contra las mujeres. Pero eso no fue todo, el caballero de la chistera, situado en el puesto del carnicero, mientras corría alejándose del lugar, sacó una pistola y se puso a disparar hacia el grupo de policías, ladronas y viandantes, sin discriminación alguna.
Por suerte Max y su madre ya se encontraban muy alejados del lugar de los hechos. Todo fue gracias a la percepción Mágica del mundo circundante que poseía Max, en donde los hechos no se observan con su dimensión estática del momento en que se miran. La visión comprende los segundos anteriores y lo que es mejor, valorando toda la suma de circunstancias, deduce los segundos futuros a ocurrir. Esta faceta en Max es innata. Le sale sin esfuerzo.
Él había visto por el mercado esa misma cadena repujada de oro, momentos antes, colgando de otro chaleco.