EN UN PAÍS MULTICOLOR
Fernando Soldevila Romero | P. Drake

La inspectora Marisa Robles de cuarenta y siete años, divorciada, sin hijos, cuyo único pecado era tomarse en soledad un chupito de orujo los miércoles por la tarde, apenas llevaba dos horas de mal dormir cuando a las cuatro de la mañana la llamaron. En la falla del ayuntamiento habían encontrado, al retirar la ceniza de la cremà, restos humanos calcinados.
Motivo, medios y oportunidad era la trilogía de Marisa para encontrar al culpable. Las primeras investigaciones indicaron que el cadáver había sido convertido en un ninot. Un muñeco más en la inmensa falla. Medios y oportunidad estaban claros. El círculo de sospechosos era la decena de amigos que había fundado el taller cuatro décadas atrás y que ahora se jubilaban tras completar su último trabajo.
No se había denunciado ninguna desaparición en la zona y las pruebas de ADN no llevaron a ninguna conclusión. Sin identificación el motivo iba a ser más complicado.
La investigación del taller solo arrojaba un pequeño incidente veinticinco años atrás. El artista fallero se había fugado junto con el dinero.
Podían ser casualidades: el crimen, la desaparición del artista fallero y el fin de la actividad; pero para Marisa, obviar las coincidencias era peligroso, además de ser de momento el único hilo del que tirar.
De madrugada, sentada en el salón de su casa, con la tele encendida sin volumen, analizaba variaciones y permutaciones de estos elementos hasta que el abismo mental en que se encontraba le hizo caer en un profundo sueño.
En el sueño vio al artista fallero intentando huir con un maletín lleno de dinero del que, como en los comics, sobresalían los billetes. Sin embargo, pese a sus largas zancadas, no avanzaba.
Al despertar, puso una sonrisa de oreja a oreja. ¡Cómo no lo había pensado antes! El que después de veinticinco años no hubiera ninguna información podía querer decir que estaba muerto, pero quedaban restos de carne pegada a los huesos. Algo no cuadraba.
Cuando vio el congelador lleno de carne en el supermercado las piezas empezaron a encajar. Una consulta al anatómico-forense indicó que había coincidencias en la estatura.
A media tarde y con la autorización del juez, procedieron al registro del taller en el que encontraron un arcón de gran capacidad, descongelado recientemente y que no superó la prueba de la luz ultravioleta. El cadáver había estado allí.
Todos tenían que saber lo que había dentro. Se procedió a la detención de todo el personal.
No hubo que presionar demasiado para que contaran lo sucedido.
El artista fallero había intentado huir con el dinero, pero fue descubierto por los trabajadores y en un forcejeo con él se cayó contra el aguijón de la abeja Maya.
Murió en el acto y, asustados, lo metieron en el congelador. Con el cierre del taller tenían que hacerlo desaparecer.
La inspectora Marisa Robles se bebió lentamente su orujo. Era miércoles.