ENTRE EL BIEN Y EL MAL
Jesús Rodríguez | jesus_zed

Olivia se había ganado su reputación como una detective implacable que siempre hacía lo correcto, un hueso duro de roer del lado de la ley. Pero pronto descubriría que incluso en la policía, el bien y el mal podían ser más difusos de lo que esperaba.

Todo comenzó cuando recibió una nota que decía «Ten cuidado, el enemigo está en casa» respecto a una investigación de tráfico de drogas en la ciudad. A medida que profundizaba en el caso, podía confirmar que efectivamente había algo oscuro y turbio detrás de todo. Una conspiración interna que se estaba encubriendo a sí misma y protegiendo a los traficantes de drogas.

Olivia sabía que no podía confiar en nadie en ese momento, y que a partir de ahora estaba sola. Cada vez que intentaba investigar más, encontraba una pared de silencio y complicidad. Pero eso no la detuvo. Sabía que tenía que seguir adelante, incluso si eso significaba enfrentar a sus compañeros.

Comenzó a investigar en secreto y pronto descubrió evidencia incriminatoria contra algunos de sus más antiguos compañeros de la policía. Se dio cuenta de que estaban trabajando en conjunto con los traficantes de drogas y recibiendo sobornos.

Olivia se sintió desanimada y desilusionada, llegando incluso a perder la fe en esa placa que tanto había defendido. Si incluso la policía estaba corrupta, ¿cómo podrían esperar que los ciudadanos confiaran en ellos para protegerlos?

Pero Olivia no se detuvo. Decidió que no podía quedarse sentada y dejar que esta malévola rueda siga girando, se veía en la necesidad de hacer algo. Comenzó a recopilar evidencias, grabaciones, informes y a construir un caso sólido. Sabía que tenía que estar más segura que nunca de lo que estaba haciendo.

Una de las cabezas visibles de la trama era su compañero de academia, Jairo, con quien lo había compartido todo, eso hacía que fuese aún más duro y difícil, ya no solo eran compañeros de trabajo, eran amigos.

Cuando Olivia consiguió tener pruebas sólidas y estaba a punto de presentarlas, una noche cualquiera llegando a casa, notó una presencia detrás de ella que le dijo:
– No te gires o estás muerta
– Creo que ya lo estoy, Jairo.
– ¿No podrías haber estado quieta, tenías que ser tú?

En ese momento Olivia comprendió que no era la protagonista de ninguna película, y que eso era la vida real, donde tristemente ganaban los malos en muchas ocasiones.
Una leve sonrisa se escapó de sus labios, había enviado un correo a varios departamentos de policía y prensa, ella moriría, pero estaba segura de que al final el bien y la esperanza vencerían.
(Disparo)