ENTRE LAS LAMINAS
Giuliana Casasola Wust | Giuliana C.W.

Ella sabía que algo malo iba a pasar. Se lo contaba a sus compañeros en el camarero mientras se ponían los disfraces. Lo decía cuando se ponen el maquillaje mientras fumaban por las escaleras. Lo decía cuando estaba calentando su voz.
Pero ella es la estrella, los nervios son lo que viene con el trabajo. Eso le decían todos los que le escuchaban. Ayudaron con sus líneas. Ayudaron a practicar sus acciones. Ayudaron con sus últimos momentos antes de andar a su primer lugar.
Nadie tenía miedo, nadie excepto su amigo en las alas. El andaba viendo todo, lo que le decían los demás y como se veía ella. Ella era paranoica, con su historia no era difícil saber por qué. Pero eso no le tranquilizó, él se quedó cerca de ella esa noche.
Revisó su disfraz, su comida y sus zapatos. Reviso los asientos, los refrescos e instrumentos. Nada estaba mal, nada podía ir mal. Era la primera noche que se presentaban. Eran solo nervios.
Él la ayudó con su última acción, el cuchillo al estómago. Era la parte más importante, la parte más esperada. Venían al teatro por todo el mundo para verla a ella tomándose la vida por el amor joven. Ella era la mejor, ellos lo sabían. Ella lo hacía real, por eso la veían.
Estaba más nerviosa en esta parte pero él la tranquilizó. El lo hizo con ella, enseñándole el cuchillo que no hacía daño. Ella se rió, dejó unas lágrimas salir. Ella no sabía porque tenía miedo, no quería arruinar este día. Entonces ella se alistó y fue a presentar.
Y la presentó. Personas siguiendo su cada palabra, se escuchaban las risas cuando debían y se veían las lágrimas cuando se necesitaban. Ella era la mejor y ellos lo sabían. Al final, llega el momento más esperado. Llega el momento y el mundo se para. Nadie se mueve, respira mientras la mira llorar en el escenario.
Ella tira su último grito y se cae, como lo acaban de practicar. Ella grita y se cae, como todos esperaban. Nadie se mueve, nadie respira, hasta que las cortinas se cierran.
Se cierran las cortinas.
Se cierran las cortinas y los aplausos empiezan.
Los aplausos van al mismo ritmo que los pasos de su amigo yendo a la par de ella.
Los pasos que paran, agachándose encima de ella, rodillas chocan con las láminas del escenario donde se acostaba, sin moverse.
En las láminas del escenario, ahora remojadas con su sangre mientras el aplauso intenta callar los gritos de las alas.