Loli trabaja como responsable de recursos humanos y quiere ascender de puesto. Abrir la puerta a un despacho más grande, más subordinados a su cargo, estar acariciando poder. Los seres humanos podemos ser así. Podemos pisar cabezas con suelas de púas afiladas para ascender a la palmera y coger el coco. Y también podemos acudir a un detective privado para que siga a un asalariado compañero de la ONG y demostrar su falsedad ante su incapacidad temporal, y así ganar puntos ante el director general.
“Un buen azadón y al campo, a cavar, así se va toda la tontería”. Esas fueron las palabras a modo de tratamiento de Luz, Amiga de Loli, las dos con cara de malas malísimas, de miradas prejuiciosas y narices chismosas, tras conocer que Loli no había acudido al detective Jacobo “cuello gallina” por un asunto, digamos, familiar, sino por un asunto de trabajo. Agorafobia ¡Ding dong ¡Exclamó Loli. Incapacidad temporal ¡Ding dong! Siguió Luz ¡Golfo! terminó Luz, aplicando el primer adjetivo que se le vino a la cabeza para maridar con agorafobia.
Jacobo “cuello gallina” tiene muy buena fama. Su lema es “si no hay punto final te devolvemos el dinero”. Ya tiene lo que necesita para seguir la pista de Mario Pérez, dijo Loli. ¿Le apetece tomar algo, café, té? Dijo a su clienta. No, gracias, tengo algo de prisa.
Una semana después Mario Pérez no ha salido de casa. Fuma un cigarro en el balcón a las cuatro de la madrugada del martes. Se le ve desde la ventana de enfrente haciendo extraños gestos con la nariz y con la boca, como aspirando aire muy rápido y exhalando fuertemente a intervalos. Ojos cerrados. Estirando costado a derecha costado a izquierda. Pone videos de Yoga online, hace meditación. Toma regularmente su medicación. Hoy, o tal vez fue ayer, ha salido a la calle. Usa gafas oscuras y masca chicle. Se queda pensando en el portal. Echa andar al fin. Parece como si estuviera muy atento a su respiración, tanto que casi se da de cabeza en la farola. Entra en la farmacia. Adquiere los productos de su receta electrónica. De camino a casa Jacobo se tropieza con él de forma disimulada. Le ha colocado un micrófono espía. Mario llega a casa. Habla por teléfono. Ya sé que no me voy a morir por eso. Ya sé que no es ningún ridículo espantoso si tengo que pedir ayuda. Ya sé lo que está sucediendo en mí. Ya sé que tengo que fluir con él. Mierda de palabra, dice, triglicéridos, me atraganté con ellos en la reunión, después todo se me vino abajo como quien sopla una ficha de dominó y todas caen una tras otra. Me dejé llevar por el entusiasmo, ahora toca recogerme de mis escombros y ponerme otra vez de pie.
Conclusión gabinete detective Jacobo para Loli. Su investigado sufre. Apenas pisa la calle. Toma medicación y hace yoga y meditación. Punto final.
Honorarios: 500 euros.