ESCRITOR DEL METODO
paco Cebrián Fernández | John Wick

Soy un escritor de reconocido prestigio académico, que odia los libros de aventuras y la novela negra. Y mi editora dice que soy muy aburrido. Pero ya no.
Comentan que el primer asesinato es el más difícil. Para facilitar las cosas, y por mi tranquilidad de espíritu, me decidí por mi cuñado. Lo invité un sábado a comer un bocadillo.
—No es sana la comida basura pero como pagas tu yo soy más tirando a vegano pero tengo problemas de tiroides ya me comenta tu hermana que eres un tacaño pero lo dice en broma ¿vas a parar en ese mexicano? son lo peor de lo peor donde esté un buen sándwich americano pues para si quieres tú mismo ¿me estás apuntando con una pistola?
Otra vez en la carretera, camino del desierto, y después de comer, el sudor frío mojaba mi camisa y los dedos no podían estarse quietos. Quizás fue un exceso pedirme dos burritos con tanto picante. Ahora uno quería salir por arriba y otro por debajo. Lo malo es que se iban alternando en sus deseos.
—Tendrías que haber comprado un revólver nunca se encasquillan pero esa remington de 9mm parabellum no está mal menudo agujeros hace ¿pretendes que cabe aquí mi tumba con esta pala para tierra blanda siendo este desierto tan rocoso?.
Le disparé entre ceja y ceja. Descargué todo el cargador sobre su pecho. Y una tormenta de burrito proveniente de mi boca descargó sobre el cadáver. Me había dejado llevar como un novato al matarlo a dos metros del agujero. Me costó un gran esfuerzo arrastrarlo, justo en el momento en que se desencadenaba una segunda tormenta, ahora por abajo. Allí mismo tuve que aliviarme, y enterrar las dos cosas juntas. Al menos los perros no localizarán jamás el cadáver.
Ha habido más muertos, claro que sí. Un conocido de Cuenca, que hizo la mili conmigo fue el siguiente, creo. He perdido la cuenta. El tipo se cachondeaba de mí y me puso el sobrenombre de “pichacorta”. Desde luego a él no se la encontraron cuando lo enterraron. Todo esto me viene a la memoria porque he decidido que el de hoy será el último (quizás he hecho trozos demasiado pequeños). Me ha parecido que mi esposa cerraría muy bien el círculo, dando al conjunto fuerza y coherencia (¿el brazo tatuado con el nombre del niño era el izquierdo o el derecho?). Anoche, mientras dormía, cogí una almohada y la ahogué. No quería sangre, por respeto y cariño hacia ella (¡cómo te has abandonado los últimos años!). Lo realmente difícil es hacer desaparecer el cuerpo. Esta mañana he comprado ácido sulfúrico (me he quedado corto, seguro) y he depositado su cuerpo en la bañera. Solo es cuestión de completar el puzle, y dejar que la química haga su efecto (¡joder!. Se me olvidó la cabeza. Mañana sigo).
Ahora ya puedo volver a enviar a mi editor mi autobiografía. La anterior me la devolvió argumentando que era poco interesante.