ESPIA DE-MENTE
Monica Ixchel Castillo Salgado | KB

¿Su documento de identidad?, dijo uno de los policías. Empecé a sudar pero completamente serena conteste: Claro. Debo ir por él y vuelvo. Cerré la puerta lentamente mientras ellos esperaban afuera. Mire por el ojuelo y observe que se reían. Seguramente pensaban que me habían atrapado. Corrí hacia mi habitación por uno mis multiples pasaportes. En el camino, me asome por la ventana del balcón a ver las posibilidades para mi fuga; la calle, coches, personas, un camión de verduras y pensé:
“La forma perfecta de escapar. Saltare, hare varias piruetas en el aire y aterrizare sobre una cama de lechugas y coles que amortiguarían mi caída. Una idea genial. Claro que también podría correr rápidamente hacia el balcón, saltar la barandilla como si fuera una carrera de obstáculos y con un gran impulso mientras agito rápidamente mis brazos, volar hasta la calle donde casualmente pasara una motocicleta de último modelo con un hombre joven al cual eliminare con un simple golpe en el hombro izquierdo y me trepare en su moto para escapar hacia una casa de seguridad.”
Volví a la puerta con mi identificación. Era la de una mujer morena, mexicana, de cabello oscuro y de 1.54 metros de estatura. Me detuve unos segundos a observar por el ojuelo. Los policías, no se veían muy peligroso. En verdad si parecían hombres de la guardia urbana. Abrí la puerta, aun con cautela, y ellos me miraron de nuevo con una insistencia interesante. Quizá trataban de reconocer mi rostro de las listas de la Mossad o de la MI6. Entregue mi documento de identidad y mientras anotaban los datos a su hoja de papel, pasaron por mi mente algunas de las posibilidades que tendría para deshacerme de ellos:
“Primero, un golpe a la nariz al policía de la izquierda mientras estaba distraído viendo como su compañero tomaba nota de mis datos. El poli llevaría las manos a su nariz ensangrentada y yo le lanzaría una patada de frente al estomago la cual lo haría golpear su cabeza en la pared y lo haría caer inconsciente para lentamente morir de una hemorragia. El policía de la derecha, al ver que su compañero se propulsaba hacia la pared, dejaría la pluma con la que anotaba para cambiarla por la pistola que traía en el lado derecho del cinturón.
Es claro que a algunos policías no les dan un entrenamiento tan completo como a nosotros los espías;
Yo en cambio, tome la pluma y la arroje con tal fuerza y velocidad a su frente, que esto lo elevó desproporcionadamente arriba y hacia atrás en donde desequilibrado, cayó por las escaleras y murió instantáneamente de una fractura de cuello. Todo esto por supuesto en menos de 1 minuto y sin recibir un rasguño en mi cuerpo, ni una mancha de sangre sobre mi atuendo de Gatúbela y ni un solo desperfecto en mí cabello. Mi maquillaje intacto.