Se que está muerta, no me pregunten porque, lo supe desde el momento que sentí el crujir de su cuello bajo mis manos, mis dedos la presionaron clavándose en su piel, mientras con la mirada me suplicaba clemencia. No se la di, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo mientras apretaba su garganta y veía como se dilataban sus pupilas, cuando noté que se acercaba el final sentí un orgasmo de placer. La solté, salí de allí lentamente con una media sonrisa en mis labios, e inspiré profundamente. No me juzguen y si lo hacen da igual, ustedes nunca experimentaran el placer y la sensación de poder que tuve yo en aquel momento.